EL SEGUNDO SEXO

Serás tu propia jefa

A las mujeres no nos interesa trepar por las esctructuras actuales porque no nos agrada como son

ÁNGELES GONZÁLEZ SINDE

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Somos mayoría entre los graduados universitarios, pero minoría entre los catedráticos, decanos y no digamos ya rectores. Esto ocurre prácticamente en todos los ámbitos: cuanto más alto en la jerarquía y más poder, menos mujeres. Se suele responsabilizar al sistema patriarcal, pero charlaba en Bilbao con unas amigas feministas y una de ellas, médico de atención primaria, me aclaró que le gusta su trabajo y que por nada del mundo querría dirigir su centro de salud porque ya tiene un poder real incidiendo en la salud de las mujeres inmigrantes que atiende en su consulta.

Me interesaron mucho sus palabras y me puse a investigar. Seguro que alguien había desarrollado alguna teoría respecto de este desestimiento voluntario, esta falta de codicia femenina por los puestos ejecutivos. Es más común de lo que pensamos. Me topé con Naomi Wolf que asegura que a nosotras nos dan poder cuando ellos no lo quieren y que si en estos años más mujeres que nunca son primeras ministras (Merkel, Cristina Kirchner, Dilma Roussef, Michelle Bachelet...) es porque presidir un Gobierno ya no es lo que era y ahora un mandatario tiene las manos atadas por los mercados y lo más probable es que fracase, cosa que a un hombre no le resulta ni rentable ni atractivo.

En otro artículo de la revista Forbes, una experta sostenía que a las mujeres no nos atrae el poder porque la ambición en nosotras sigue estando mal vista y somos ambivalentes respecto a las mujeres poderosas. Otro estudio de la Universidad de Harvard confirmaba que los hombres desean más los altos cargos que las mujeres e indagaba prolijamente en las razones. Encontraron las investigadoras que nosotras anticipamos más las consecuencias negativas de los puestos directivos, mientras los hombres solo ven las ventajas. Además, las mujeres tenemos un abanico más amplio y diverso de objetivos vitales e, incluso en los entornos más progresistas, somos más reacias a lanzarnos a la carrera por el poder.

En otro artículo de tres expertas españolas, Ana Delgado, Ana Távora y Teresa Ortiz, sugerentemente titulado Las médicas, sus prácticas y el dilema con la feminidad, se habla del techo de cristal "una realidad cultural opresiva y una realidad psíquica paralizante", "un conjunto de redes formales e informales que excluyen a las mujeres", pero también se define el poder como algo que "se ejerce, se detenta, implica dominio y genera relaciones coercitivas". Qué poco apetecible. Las doctoras entrevistadas eran sinceras: "En las cosas que sí veo asequibles me interesa decidir, pero el poder que buscan los hombres es distinto del poder que buscan las mujeres". La pregunta entonces es: ¿Qué entendemos nosotras por poder? ¿Y qué es eso tan fascinante que buscan los hombres y que a nosotras nos da tanta pereza? ¿Prestigio? ¿Relaciones? ¿Privilegios? Creo que a nosotras nos interesa más hacer cosas, lo concreto. El modelo de trabajo que impera hoy es muy masculino y tiene que ver con la rapidez, con la eficacia, no con la claridad y la calma. "En esas condiciones igual no me interesa ser jefa de servicio" concluía otra médica.

He ahí el quid de la cuestión. Sospecho que, tal y como están inventadas, no nos interesa trepar por las estructuras actuales, sean corporaciones multinacionales u otros organismos, porque sencillamente no nos agrada como son. En ese sentido somos, por así decir, antisistema, nuestra cultura laboral es otra o al menos queremos que sea de otra forma. La prueba es que funcionamos muy bien cuando la organización la hemos creado nosotras mismas como empresarias o como autónomas. Preferimos no tener que amoldarnos a un esquema preexistente, sino hacerlo con nuestras normas y por eso se nos dan bien actividades en que no dependemos, yo me lo guiso, yo me lo como, sin comulgar con nadie.

Como las protagonistas de la exposición Son modernas, son fotógrafas del Centro Pompidou de Málaga que explora ese momento entreguerras en que la fotografía se convirtió en una carrera atractiva para las mujeres en busca de independencia social y económica. Alejadas de los círculos clásicos del arte, armadas con una pequeña cámara, eran completamente libres como artesanas de montar su pequeño negocio sin someterse a la autoridad de nadie. Mientras hojeo el fantástico catálogo me llega el soniquete inequívoco de un anuncio de juguetes. Nos acercamos a la Navidad. "Desde que tengo It's my biz soy la dueña de mis negocios. Soy diseñadora de joyas, diseño mis propias camisetas. Todos quieren probar mis pasteles. ¡Para emprendedoras como tú! Serás tu propia jefa". Los publicistas han dado en el clavo. Frente al poder femenino hay otro concepto: la independencia del poder.

Ahora sí afirmo, como el estudio de Harvard, que las mujeres tenemos muchas metas y que una de ellas, y no la menos importante, es cambiar el mundo.