La última polémica sobre la inmigración

Huir del victimismo

Pese a opiniones como las del 'conseller' Mena, los marroquís de Catalunya deben ser autocríticos

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SAÏD EL KADAOUI

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Hace pocos días, rodeado de amigos, algunos de ellos marroquís -o, mejor dicho, euromarroquís-, recurrimos al humor para soltarnos y nos encontramos criticando el papel de los marroquís en Catalunya y, en general, en España. «Solo saben pedir más mezquitas», dijo uno. «Te equivocas», respondió otro con sorna, «depirmistambién saben». «Este verano hemos ocupado muchas páginas de la prensa», añadió otro, que continuó: «ElconsellerMena (elconseller

de Empresa i Ocupació,Francesc Xavier Mena) lo ha dicho muy claramente. Según él, la mayoría de los 9.000 marroquís que cobran la renta mínima de inserción, la RMI, extienden la mano desde Marruecos.Pilar Rahola escribió un artículo donde trató de ingenua (mejor, la palabra de moda,buenista) a la ministra de Asuntos Exteriores,Trinidad Jiménez, por haber abierto la posibilidad de que los marroquís con permiso de residencia pudieran votar en las elecciones municipales. 'Miles de personas con la antena de televisión conectada a Al Jazira y que no saben ni el idioma del país podrán votar en nuestros municipios', escribía. Es un poco humillante tener que justificarse a cada momento. Eres un fanático si no se demuestra lo contrario. Lo que en absoluto quiere decir ser permisivos con los fanáticos. Como dice el escritor argelinoBoualem Sansal, de una vez por todas debe quedar claro que el islamismo es un fascismo totalitario como lo fue en su tiempo el nazismo. Por ello,Pilar Rahola tiene razón cuando dice que muchos islamistas se estarán frotando las manos. ¿Pero acaso cree que el país no tiene instrumentos suficientes para no permitir que se presente a las elecciones un partido que promueva ideas del islamismo radical?» «Quizá no», dijo otro. «¿No se presentan a las elecciones partidos que claramente son xenófobos? Pero, claro, los inmigrantes no cuentan como ciudadanos», añadió.

Pero lo más interesante de la conversación fue que después del humor y de las opiniones sobre el artículo dePilar Raholay las palabras delconsellerMenahicimos un ejercicio de autocrítica que, a mi entender, es tan necesario como defenderse de los ataques. Les hago un breve resumen. Mientras en Marruecos están transitando -lentamente, pero con paso firme y un paso más acelerado ahora que por fin estamos iniciando un verdadero cambio en los países árabes- de una concepción monolítica de la identidad marroquí (árabe, musulmán practicante y nacionalista) a una más porosa y la calle hierve pidiendo libertades individuales y ha perdido el miedo a contrastar las ideas con el sector más conservador (que no solo es el de los islamistas) -es decir, que ya se habla abiertamente de un Marruecos plural y de una pluralidad de opciones de ser marroquí-,

aquí vemos cómo los marroquís se hacen visibles solo cuando piden mezquitas. Y, ciertamente, hay una buena parte de marroquís que se consideran los guardianes de la autenticidad y juzgan a los que no tenemos ninguna necesidad de pertenecer a ninguna comunidad, al menos de forma acrítica, exigen a sus hijos una fidelidad a sus ideas conservadoras y a su concepción monolítica de la identidad y su participación ciudadana se acaba con la autorización a la construcción de la mezquita. ¿No hay más cosas por las que luchar? Mezquitas, sí. Las necesarias. Pero, ¿debemos tener siempre la religión en el centro de nuestras vidas? ¿Podemos discrepar sin que ningún guardián de la moral nos considere malos marroquís? La identidad no debe ser una cárcel. Engloba todo lo que somos. Todo lo que hemos vivido.

No vamos por el buen camino, fue la conclusión de aquella noche.

Al despedirnos pensé que, lejos de lo que defiendePilar Rahola,la participación ciudadana, con el derecho a voto incluido, es la mejor forma de combatir el comunitarismo. Pero pese a que sus opiniones y las delconsellerMenapueden ser ofensivas (y considero más graves las delconsellerpor ser las de un representante de un Govern que debe favorecer la no estigmatización de ningún colectivo), no podemos quedarnos pegados a ellas, y a tantas otras más claramente xenófobas, y cerrar los ojos a otra parte de la realidad: la falta de autocrítica. Es bueno ser consciente de que nunca ha sido fácil ser marroquí en Europa, es bueno combatir el discurso reduccionista y ofensivo, pero es nefasto quedarse pegado al papel de víctima. El victimismo genera reacciones infantiles y favorece una concepción tribal de la identidad. Es muy fácil buscar el cobijo de unnosotroscon quien identificarse y conformarse con reducir la propia identidad a la caricatura. Y en cambio, las consecuencias pueden tardar generaciones en desvanecerse.

Si de lo que se trata es de convivir, debemos hacerlo articulando un discurso que no favorezca la segregación en comunidades. Por contradictorio que pueda parecer, la exclusión genera autoexclusión y la humillación favorece la identidad defensiva. Pero por encima de todo está el inconformismo: nunca somos víctimas totales.

Psicólogo y escritor.