Huir

Imagina que vives en España, un lugar tranquilo y agradable. Imagina que has podido formar una familia, que tienes un trabajo y hasta una casa en la que te sientes muy a gusto. Imagina que tus hijos, con el esfuerzo económico de la familia, han podido estudiar. A la mayor le va muy bien en la facultad de Medicina a la que acaba de incorporarse y el pequeño no quiso ir a la universidad pero ha conseguido un trabajo por horas en una tienda de discos, mientras sigue intentando que su grupo de música sea descubierto por un cazatalentos.

Salvo algún susto de salud en la familia, todo rueda más o menos. La vida sigue su curso. Hasta que un día pasas de notar cierta tensión a ver escenas violentas, no ocurre de la noche a la mañana pero un día en tu país se desata una guerra civil. Un enfrentamiento con un origen de muchos matices pero que empieza a arrasar todo lo que tenías y todo lo que amabas. Pasan los días y las semanas y la situación no mejora. Empiezas a pensar en huir. Buscas primero salida para los tuyos. La mayor parte de los países europeos han cerrado sus puertas alegando que su economía ya no permite acoger a más gente. Únicamente te ofrecen una salida: ir a alguna ciudad de Oriente Próximo donde muchos otros están refugiándose aunque la situación económica es aún peor que en Europa.

Decides mandarles para allá. No conocen el idioma, no tienen las mismas costumbres pero no te quedan muchas opciones para que sigan con vida. Cuando llegan allí es mucho peor de lo imaginado. No hay posibilidades de trabajar y en el día a día el trato recibido es muy duro. Han pasado a ser ciudadanos de tercera. Pasan los meses y cuando pensáis en volver te cuentan que las cosas en España no han mejorado. Tendrás quedarte. No sabes hasta cuándo. No sabes qué será de ti y de los tuyos. Pero volver significa morir.

UNA VIDA TERRIBLE

Este ejercicio maravillosamente duro de empatía es el que ha realizado la escritora Janne Teller en 'Guerra: ¿y si te pasara a ti?' En cada país se ha adaptado la traducción para que sus lectores podamos reconocernos en nuestras ciudades y nuestras calles, en las imágenes de nuestra vida cotidiana. Para que podamos imaginar el sufrimiento que supone huir, abandonar todo lo que tienes a cambio de una vida terrible, pero vida al fin y al cabo.

Hace solo unos meses España se comprometió acoger a 17.000 refugiados. Han llegado hasta la fecha 18 personas. Esta semana además les hemos dicho que dejen de intentarlo, que la Unión Europea no puede acoger a más gente (recuerdo: 18 en España), que se resignen a la muerte en su país o en el mar. Les hemos dicho que dejen de molestar, que se mueran fuera de nuestras fronteras, que bastante tenemos con lo nuestro.