Comunicación y redes sociales

'Horror vacui' digital

Actualmente parece que hay que opinar de todo y contra todos, aun sin saber y sin criterio

Adolescentes con un móvil en una imagen de archivo

Adolescentes con un móvil en una imagen de archivo / periodico

ISABEL LLANOS

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Nací en 1971. Del fallecimiento de Franco solo recuerdo que no había colegio y que en la televisión en blanco y negro no había dibujos, solo colas largas de gente ante algo que entonces no sabía identificar con precisión. Crecí, pues,  en aquello que se llamó la Transición y transité la adolescencia en los felices años 80. Recuerdo oír hablar a mis maestros de la época de la censura, y predicar la libertad de cátedra y la libertad de expresión como reciente derecho adquirido con el contundente "estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo".

Las noticias que llegaban de la capital a la provincia en la que me críe hablaban de progresismo, movida y colorida transgresión. Las portadas de algunas revistas presentaban  imágenes del incipiente destape, y en el quiosco en el que compraba los caramelos las camuflaban en una zona para adultos, y las tapaban con cómics para que los pechos desnudos no quedasen a la vista de los niños. Había películas de uno y de dos rombos, y mi abuelo nos avisaba cuando en la pantalla se daban un beso para que los niños mirásemos para otro lado.

Libertad de opinión

Cuando se abren las compuertas de una presa llena, el agua fluye a borbotones. Y es lo que pasó después. Creatividad, creación, estudias o diseñas, los cantautores relevados por grupos pop… En la televisión, en la radio, en los medios en general, se opinaba de todo y por todos.  La defensa a la libertad de opinión estaba por encima de cualquier tema, incluso de pensamientos encontrados. Y como siempre, la involución de la raza humana pasa ahora por limitar este derecho y encontrar su espacio en el insostenible "si no estás conmigo estás contra mí", y se asientan en adjetivos descalificadores sacados de contexto.

En las redes sociales, reflejo de la sociedad marchita y casposa en la que tratamos de convivir con una sobresaturación informativa sin bases sólidas erigida como la más efectiva herramienta de manipulación, la figura del 'troll' arrasa, encontrando un sentido 'per se' en su misión boicoteadora y criticona sin criterio, eso sí. Echo de menos los debates de argumentación y contraargumentación que son cotidianamente sustituidos por un yoísmo que no escucha, solo habla, en un ejercicio denostado de ombliguismo.

Somos muchos, y me consta, los que no queremos entrar en estos juegos sin mayor sentido que alimentar egos insulsos. Tanto esfuerzo para caer en la censura previa voluntaria, cansados de luchar contra discursos repetitivos y vacuos, fundamentados en lecturas superficiales y opiniones de otras opiniones sin mayor seso. Hay una hipersensibilidad manifiesta ante cualquier comentario, los dardos acechan para caer sin remedio sobre cualquier salida del tono convencional y mayoritario, nunca se había perseguido más tener un punto de vista que no sea monotono. Hoy hay que opinar de todo y contra todos, aun sin saber y sin criterio, ¡qué terrible es, en estos tiempo, el 'horror vacui' digital!