El epílogo

Horizonte europeo

ALBERT Sáez

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La economía alemana ha recuperado en el segundo trimestre del 2010 el ritmo de crecimiento que tenía antes de la reunificación, en el lejano otoño de 1989, hace ya 21 años. En consecuencia, el crecimiento de la zona euro ha recuperado los niveles de hace cuatro años. En tiempos recientes, estas dos noticias hubieran disparado el Ibex 35 al alza. Ayer no fue así. No hay una única razón que lo explique.

La mayoría de los expertos coinciden en señalar que la bolsa y, en general, las instituciones financieras han dejado de ser instrumentos al servicio de la actividad económica para ser un sector más de negocio. La distancia entre las finanzas y la economía real sería tal que hay quien incluso considera que la evolución de la bolsa ya no sirve como indicador del estado de salud de las empresas o de los países. En este panorama, los mercados siguieron ayer sus movimientos a la caza y captura del mayor beneficio financiero sin prestar la más mínima atención a las buenas noticias alemanas. De manera que los inversores no ponen su dinero allí donde piensan que las cosas irán mejor, sino allí donde ganan más dinero en el tránsito de comprar y vender.

Economía globalizada

La buena marcha alemana pasó también desapercibida porque la economía española, para bien y para mal, ha dejado de mirar tanto hacia Europa. Para bien, porque hoy muchas compañías se han globalizado y sus expectativas dependen de lo que pasa en Alemania, pero también en China o en Brasil. Para mal, porque hay un cierto fatalismo en el ambiente basado en la idea de que la persistencia de los problemas estructurales internos impide que la recuperación continental tire de España.

Los dos últimos presidentes del Gobierno han pecado, desde posiciones antagónicas, de un exceso de optimismo.Aznarporque quiso mirar por encima del hombro a Europa mientras cabalgaba a lomos del ladrillo yZapateroporque pensó que los beneficios del ladrillo aseguraban un Estado del bienestar como el alemán. Pero España solo es viable si mira al horizonte europeo como meta y se ajusta para subir a ese tren.