La rueda

'Hooligans' y bomberos

MANEL FUENTES

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Imaginemos que en un estadio de fútbol la grada más radical produce un altercado. Les han dejado entrar y ese es el error de inicio. Los espectadores de alrededor entran en pánico y huyen en estampida. Y entonces las autoridades del orden mandan solo a cinco efectivos. Evidentemente, quedan desbordados y, cuando deciden mandar a 10, resulta que los de la grada de al lado, al ver que les venían de cara cientos de espectadores aterrorizados, también corren en estampida. Las medidas de orden resultan insuficientes una vez más. Y los que lo miran desde tribuna, y pensaban que lo más sensato era aguantar la posición para no generar más pánico, empiezan a ver que, ante la avalancha, su mejor opción empieza a ser correr, con lo que también arrastrarán a otros.

La metáfora no es mía, sino del espléndido profesor de finanzas del IESEEduardo Martínez Abascal,con quien tuve el placer de coincidir esta semana y aplaudirle el símil.

Pánico en nuestros mercados ante la falta e incompetencia en la gobernanza de la situación. Cada grada tiene sus irresponsables y sus características, pero, cuando no hay un plan a la altura del problema, este crece. La incertidumbre es también su levadura. La irracionalidad siempre ha sido más contagiosa que la cordura. Y esto los supuestos responsables del estadio deberían haberlo tenido en cuenta.

Ante un incendio fuera de control, más que reuniones para ver si se envían tres mangueras más a uno de los frentes, la jefa de los bomberos debería de pensar en hacer un eficaz cortafuegos. Y tal vez ahora lo esté haciendo. El problema es que los cortafuegos nunca se crean cerca de las llamas y ahora nosotros las vemos de cerca. Eso sí, se lo podremos echar en cara a los que nos llevaron cerca del incendio, y a la jefa de los bomberos por no hacer el cortafuego dónde y cuándo tocaba.

Empezamos a estar quemados de tanto discurso vacío, de tanta política irresponsable. Empezamos a quemarnos por culpa de todo ello. Nuestras finanzas, nuestra soberanía y nuestra paciencia echan humo.