Dos miradas

¡Hola, amigos del 2159!

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En el año 2159 cumpliré 200, pero hay pocas posibilidades que lo pueda celebrar. Es decir, a pesar de las previsiones de longevidad cada día más atrevidas, me tendré que conformar con imaginar de qué forma se abrirá el supositorio gigante que ha quedado instalado en la plaza del Cosmocaixa y que contiene mensajes de ciudadanos del siglo XXI a fin de que ciudadanos del siglo XXII sepan cómo eran y cómo pensaban, y qué ambiciones tenían o qué sentido del humor cultivaban. Como creo en la ciencia y como el profesor Wagensberg me merece todos los respetos intelectuales, admito que la cápsula del tiempo puede sobrevivir a tormentas y derrumbes, a terremotos, a guerras y atentados, e incluso al aumento del nivel del mar. En un siglo y medio puede haber de todo, pero la consistencia del artefacto parece poderosa. Y también admito, con fe ciega, que el material que se ha guardado se ha escrito con una sintaxis que será entendida por los habitantes que estén en el planeta en el 2159, suponiendo que, entonces, el planeta no sea el escenario de La carretera, la inquietante novela de Cormac McCarthy.

Sin embargo, ¿nos entenderán? No digo que entiendan el catalán, que eso es pedir tanto como que yo pueda soplar 200 velas, sino si serán capaces de captar nuestro sentido del humor (frágil y cambiante), nuestra sensibilidad, la filosofía que nos ampara. Ya lo veremos. Bien, de hecho, no lo veremos.