Al contrataque
Himnos, historias y símbolos
Los que se emocionan con los himnos deben saber que son intercambiables
Xavier Sardà
Periodista
Es licenciado en Ciencias de la Información, con una amplia trayectoria en radio y televisión. Su actividad se centra actualmente en tertulias de carácter político.
XAVIER SARDÀ
Se me permita una reiteración sobre la cuestión de los himnos, con el permiso de Marta Sánchez. La palabra himno proviene del griego y tiene la misma significación en todas las lenguas europeas. Tenían himnos para todo: el invocativo, el laudativo, el admirativo y, en fin, uno para cada necesidad.
–Vengo a por un himno.
–¿Cómo lo quiere? Puede ser laudativo o admirativo.
–¿Cuestan lo mismo?
–Sí, el precio varía según la duración.
–Nada… una cosa breve.
Pasan siglos, guerras, matanzas y grandes infortunios y llegamos a los himnos nacionales. El más antiguo es el holandés Het Wihelmus, que proviene de una canción soldadesca que hace referencia al príncipe Guillermo de Orange, que a causa de la dominación española huyó de los Países Bajos. Vamos, primer himno y España y Felipe II, los malos.
La cuestión es que los que se emocionan con los himnos deben saber que son intercambiables. Tanta lagrimilla patriótica y militarista, cuando en realidad casi todos valen para cualquier país. Solo cambiamos la nación auténtica por España o españoles.
Himno de México: «Españoles al grito de guerra el acero aprestad y el bridón, y retiemble en sus centro la tierra al sonoro rugir del cañón. Ciña ¡oh patria!, tus sienes de oliva de la paz del arcángel divino. Que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios se escribió. (…) ¡Guerra, guerra! Españoles, los patrios pendones en las olas de sangre empapad». Cuadra perfectamente y eso que lucharon en bandos contrarios.
Lo mismo sucede con el marcial himno de Chile, si lo sustituimos por Catalunya: «Vuestros hombres, valientes soldados, que habéis sido de Catalunya el sostén, nuestros pechos los llevan grabados… lo sabrán nuestros hijos también».
Por último aquí tenemos sangriento el himno de Azerbaiyán reconvertido a himno francés: «¡Francia, Francia! Tierra querida de hijos valientes, todos nosotros listos para dar nuestras vidas por ti. Miles de almas fueron sacrificadas por ti. Tu pecho se volvió un campo de batalla. Los soldados que se privaron de sus vidas, cada uno de ellos se convirtió en un héroe. Puedes convertirte Francia, en un jardín floreciente».
Historia modificada
Como se ve, en todas partes cuecen habas, tonterías y soldados a la brasa. Luego encima está la lectura romántica de la historia, que la convierte en un puro cuento. La manía de adaptar la historia a las conveniencias de cada época ha sido una constante de muchas identidades, entre ellas la catalana. Ya escucharon a Artur Mas hablando del tema: «La declaración de independencia fue simbólica. Muchas veces en política, un argumento se exagera (…) Sí, puede llegar a ser un engaño». Vamos, que a este paso no serán auténticos ni los goles de Messi.
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