Al contrataque

Herodes

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Pensaba escribir sobre la estupenda iniciativa Ka Go del distrito de Sarrià que permitirá a muchos pequeños alumnos ir por su cuenta al cole con la ayuda de voluntarios ubicados en puntos estratégicos. Nuestros niños viven hipervigilados. No les permitimos salir solos, siempre los acompañamos como a presos, olvidamos que son criaturas con hambre de viento y de sol. Esta limitación de su movilidad repercute en su autonomía, su maduración, la percepción de su entorno y de sus propias capacidades. Por no hablar de su salud: puesto que apenas corren, ni saltan, ni trepan y en los últimos años su dieta también se ha transformado, hay más niños con sobrepeso que nunca. Y no me refiero a la obesidad infantil que tan poco oportunamente sacó a relucir el presidente de la Comunidad de Madrid hace unos días para justificar el cierre de comedores escolares. Quería escribir sobre eso y sobre Francesco Tonucci, el psicopedagogo italiano que promueve la recuperación de las calles para los niños, no solo para el tráfico rodado y la productividad. Pero el martes unos terroristas entraron en un colegio de Peshawar, en Pakistán, y mataron a más de cien niños y me quedé helada. Me acordé de los otros colegios que han sido asaltados este año: 270 niñas secuestradas en Nigeria, 538 niños palestinos asesinados en Gaza, y los que a día de hoy son hostigados y amenazados en aulas de todo el mundo, desde Sudán del Sur a Ucrania pasando por Siria.

Según Unicef, el 2014 ha sido un año devastador para la infancia, 15 millones de niños están atrapados en conflictos armados. Y es que el principal cambio en el modo de hacer la guerra en el siglo XX no fueron las armas nucleares o de destrucción masiva, sino que los ejércitos dejaron de combatirse unos a otros para apuntar a los civiles, principalmente niños y mujeres. Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef, asegura que nunca en la historia reciente tantos niños fueron sometidos a esta indescriptible brutalidad. Será tarea de sociólogos, filósofos y antropólogos analizar el significado de esta conducta monstruosa, la de una sociedad que aniquila a sus crías, su potencialidad de futuro. Yo solo sé que en mi infancia las atrocidades eran cosa de fábulas o de la historia sagrada, y que jamás pensé que vería multiplicarse los ogros y los Herodes.

Conocerse mejor

Sin embargo, no debemos dejarnos acobardar por las cifras. Los niños, tanto los nuestros como los foráneos, necesitan seguridad, pero también libertad para aprender, para expresarse, para explorar y adquirir la confianza necesaria en sí mismos y en el mundo. Hoy que empiezan las vacaciones, pensemos en cómo darles más libertad para que se conozcan mejor a sí mismos y a sus semejantes, y así quizá mañana no se conviertan en Herodes como nosotros.