El hartazgo del Rif

Miles de rifeños participan en la marcha durante la huelga general en Alhucemas, el 18 de mayo.

Miles de rifeños participan en la marcha durante la huelga general en Alhucemas, el 18 de mayo. / periodico

SONIA ANDOLZ

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Se respiran aires cambio en la región marroquí del Rif. El antiguo protectorado español ha sido históricamente marginado y oprimido por la monarquía alauí. Tras la independencia marroquí, y durante los 'Años de Plomo', <strong>Hassan II</strong> prohibió el estudio, conocimiento y difusión de la cultura propia de la región, la bereber, con la intención de acallar el sentimiento independentista de la zona. Esa opresión de identidad es violencia cultural y conforma una de las causas más comunes de conflicto violento.

En el caso del Rif, durante años las políticas públicas de Rabat también han infringido violencia estructural. Que la región haya sido privada de las mismas inversiones en infraestructuras, en educación o en políticas de empleo como forma de castigo a las ansias soberanistas provoca esa percepción de marginalización o abandono de la población. A pesar de que Mohamed VI anuló la prohibición de su padre respecto a la cultura bereber, la no deferencia hacia la zona ha seguido vigente. Así, el Rif estaba ya en una situación permanente de conflicto latente -con violencia cultural y estructural arraigadas- y sólo faltaba un detonante para que saltase la chispa.

Eso es lo que ha ocurrido esta semana. Tras la muerte del vendedor ambulante de pescado Mouhcine Fikri el pasado noviembre, la tensión latente ya había ido en aumento. En esta ocasión, ha sido la detención del activista de derechos humanos Nasser Zafzafi lo que ha provocado las protestas. Los rifeños están saliendo a la calle de forma pacífica y espontánea para decir que hasta aquí han llegado. Quieren las inversiones prometidas por Rabat y quieren ver cambios reales en el país.

Como explica Fahd Chafik, no es una revuelta contra la monarquía alauí, sino que va más allá: es contra el 'establishment' del país, la corrupción y corruptelas tan arraigadas, la mala gobernanza que durante décadas han sufrido. Los rifeños han llegado a su límite y no están dispuestos a callarse. Veremos cómo responde Rabat.