Al contrataque

Hambre de pensamiento

Estamos acostumbrados al sucedáneo de las tertulias, que no es un lugar de pensar sino de guerrear, donde no deslumbran las ideas

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Najat El Hachmi

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La semana pasada Barcelona fue una explosión de actividad para debatir, dialogar, reflexionar. La Bienal del Pensamiento batió récords de asistencia, a pesar de ofrecer una abundante programación, con muchos actos que se solapaban. La pregunta que nos hicimos al ver el espléndido programa era si habría público para tantas propuestas. Pues bien, el primer día el encuentro entre Judith Butler y Fina Birulés ya convocó a dos millares y medio de personas. Una cifra impresionante. Se entiende porque Butler es una especie de estrella del rock de los estudios de género, pero el resto de la semana continuó con una asistencia nada despreciable. Esto demuestra que pensar la ciudad, que ahora es el núcleo donde se acumulan todos los conflictos derivados de la globalización, donde se pueden palpar a pie de calle, es del todo necesario, que hay un hambre enorme de pensar con calma y algo de profundidad cuestiones relevantes que apenas aparecen en los medios de gran impacto.

Estamos acostumbrados al sucedáneo de las tertulias, que no es un lugar de pensar sino de guerrear, de sacar la bilis, de defender los intereses de uno u otro partido político, donde no deslumbran las ideas, sino los zascas más vistosos, con un ritmo acelerado que no deja aliento a las neuronas, donde muchos llegan con el programa correspondiente defendido se esté de acuerdo o no, donde el cinismo es el pan de cada día, con participantes que hoy dicen A con vehemencia y el siguiente lo contrario de A con la misma pasión, con lectores que toman a la audiencia por imbécil y manejan los seudoargumentos panfletarios por donde quieren mintiendo descaradamente sin inmutarse.

En fin, que nos han dado tertulias por doquier, haciéndonos creer que miramos o escuchamos auténticos debates cuando no asistimos más que al secuestro permanente del pensamiento sustituido por un cacareo incesante. Es cierto que hay tertulianos que escapan al marco que se les ha impuesto, pero en general les cuesta encajar en una estructura que lo último que busca es pensar con calma. Recuerdo, por ejemplo, a Miguel Ángel Aguilar, a quien se puede ver, cuando disfruta de unos minutos de oro, pensando en directo e incluso alguna vez se le ha visto llevando y leyendo en la televisión ¡un libro! Un hecho totalmente insólito.

En fin, que el éxito de la Bienal demuestra una sed feroz de pensamiento por parte de unos ciudadanos que están hartos de sucedáneos. Es este un instrumento básico para el ejercicio de la democracia, no las grandes proclamas y los grandes gestos multitudinarios, no las campañas electorales ni el debate político, sino la reflexión pausada sobre la forma en que se articulan los mecanismos de poder, los ejes de conflicto que nos atraviesan como individuos dentro de un mundo que apenas podemos entender. Y un síntoma interesante es también el hecho de que la media de edad de los asistentes fuera relativamente baja.