ANÁLISIS

'Hamastán' y 'Yeshastán'

MONTSERRAT RADIGALES

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Los hechos son indiscutibles. En cuanto a las interpretaciones suele suceder que cada cual elige la que más le conviene. Es un hecho indiscutible que en agosto de 1995, por orden del primer ministro Ariel Sharon, Israel evacuó a los más de 8.000 colonos judíos instalados en Gaza, que retiró a sus tropas de la franja y que fue una decisión unilateral. Es también un hecho indiscutible que dos años después, en el 2007, tras haber ganado unas elecciones y tras una miniguerra civil, el movimiento islamista Hamás tomó el control de la franja (que aún mantiene) y que el resultado fue el bloqueo israelí, el repetido lanzamiento de cohetes y tres guerras con un coste humano horrendo.

A partir de ahí empiezan las interpretaciones. La primera parece de cajón. El unilateralismo de la decisión de Sharon privó al presidente palestino, Mahmud Abbás, de apuntarse el tanto como podía haber ocurrido si la 'retirada' hubiera sido el fruto de un acuerdo negociado. Por contra, benefició a Hamás que trató de capitalizarla alegando que fue su activismo militar el que 'expulsó' a los soldados y colonos israelís.

La cursiva en la palabra «retirada» no es caprichosa. Porque lo que ocurrió en Gaza no fue una retirada como la del Sinaí tras los acuerdos de Camp David (1979) o la del sur del Líbano (2000). Por eso, al plan de Sharon no se le llamó retirada, sino «desconexión». Israel sigue controlando quién y qué entra y sale de Gaza y, por lo tanto, continúa controlando el territorio a todos los efectos.

Una parte de la izquierda israelí subraya el hecho (también indiscutible) de que la evacuación de los colonos se realizó sin la resistencia armada y el temido enfrentamiento con el Ejército que muchos auguraban. Y utiliza esta constatación como prueba de que un Gobierno con voluntad política podría evacuar sin problemas a más de 100.000 colonos de Cisjordania, obviando el hecho de que la magnitud de la operación no sería comparable, no solo por el volumen, sino porque sobre la conveniencia de largarse de Gaza existía en el 2005 un amplio consenso en la sociedad israelí, ahora inexistente  en lo que respecta a Cisjordania.

Por contra, la derecha israelí, con el primer ministro Binyamin Netanyahu a la cabeza, pone énfasis en el nacimiento de 'Hamastán' en Gaza como ejemplo de que una situación similar en Cisjordania resultaría insoportable para la seguridad de Israel.

Olvida, interesadamente, el coste de la ocupación, en términos políticos, morales y de desprestigio internacional. Instalar población propia en un territorio ocupado es un delito bajo el derecho internacional. Y tampoco se sabe qué habría ocurrido si la ocupación en Gaza hubiera seguido como antes; de la misma forma que nadie puede garantizar el éxito de un acuerdo de paz con retirada de Cisjordania. Pero la política en mayúsculas se basa en cálculos razonables y la asunción de riesgos.

Que la experiencia de Gaza ha echado atrás a una parte de la población israelí antes proclive al acuerdo resulta incontestable. Pero hay pruebas a diario de que el mantenimiento de la situación actual en Cisjordania es catastrófico. Los elementos más radicales de los colonos están fuera de control. Un analista lo ha bautizado como 'Yeshastán' (Yesha es el nombre del Consejo de los Asentamientos). O sea, que tenemos a 'Hamastán' en un lado y 'Yeshastán' en el otro. El desastre.