La rueda

Hacer castillos en el aire

MANEL FUENTES

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Imaginemos que el mundo funcionara de otra manera. Que el Ministerio de Fomento fomentara la competencia entre aeropuertos para hacerlos competitivos. Que se hubiera privatizado parte de El Prat y que la Administración catalana decidiera. Imaginemos que AENA no tuviera una concepción concéntrica. Imaginemos que Catar hubiera apostado por Spanair. Que nadie hubiera presionado para lo contrario. Que los empresarios catalanes fueran los primeros en creerse de verdad que Catalunya es poderosa, y que Barcelona tiene poder. Imaginemos que los buenos profesionales hubieran podido mantener su trabajo y los clientes sus viajes. Imaginemos que las rutas transoceánicas hubieran hecho a la compañía rentable. Que una vez conectados con el mundo sin intermediarios, proyectos tan grandes como construir Las Vegas en Europa se interesasen por Barcelona y que con los casinos llegasen 150.000 puestos de trabajo para personal poco cualificado, que es el que arrastramos tras el hundimiento de la construcción. Imaginemos que empresas como el Cirque du Soleil se instalasen de manera definitiva donde estuviera el megacomplejo del juego y que con ellos también se atrajera a turismo de alto poder adquisitivo. Imaginemos que con una compañía jugando en primera división con base en Barcelona, jugásemos en la Champions de los grandes negocios. Y ya puestos a imaginar, imaginemos que en el inicio de la operación estratégica la compañía hubiera estado más saneada, el nombre fuera otro, la gestión impecable y sobre todo que el accidente de Barajas nunca se hubiera producido.

Por de pronto, mi amiga Lourdes Romero todavía estaría viva y con su voz seductora y rota seguiría atendiendo al pasaje y haciendo reír a sus compañeros de tripulación. Ya escribí sobre ella el 23 de agosto del 2008 en este mismo diario, y hoy me vuelvo a acordar de Lulú. Un proyecto de vida feliz truncado por un accidente de avión. El viernes se certificó otro. Y las alas de un sueño colectivo dejaron de volar. El problema es que mientras imaginamos que el mundo funciona de otra manera, la realidad siempre se nos impone.