En sede vacante

Hablemos de fútbol, como quiere la presidenta

Josep Maria Fonalleras

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María Emilia Casas quería hablar ayer del partido de fútbol que España jugará mañana y no de la sentencia del Estatut que, ahora parece que sí, aparecerá esta semana como un gol de penalti, el penalti más largo de la historia, con permiso de Osvaldo Soriano. En una falta de este tipo, todo está a favor del delantero. El guardameta puede intentar ponerlo nervioso (le puede insinuar que no es nadie para lanzar el penalti o le puede decir, al oído, que ya hace tiempo que se tendría que haber retirado), se puede mover compulsivamente para despistar o puede hacer una gran actuación al estilo Pinto, intentando engañar al delantero: insinúa que se tirará a la izquierda, con lo cual parece que le induce a lanzarlo por la derecha, que es hacia donde el guardameta piensa bascular. El delantero coloca el balón y tiene tiempo, como el Constitucional, de calcular si es mejor destrozar la portería con un chut seco y centrado, como hacía Neskeens, o atreverse a una frivolidad como Panenka, o ejecutar una paradinha y así engañar al contrario con humillación incluida. Lo único que tiene a favor el guardameta en una jugada como esta es que solo puede salir de ella como un héroe. Si para el lanzamiento, como era imposible que eso pasase, es visto como un mito, siempre y cuando no sea el protagonista de una combinación ridícula en la que el balón toca el palo y el culo del portero, y entra suavemente en la portería.

Casas quiere hablar de fútbol, y eso es lo que estoy haciendo. Habrá que ver qué hace el equipo –si es que es un equipo– cuando hayan recogido el balón del fondo de la red. ¿Correrán a centrar de medio campo para remontar el partido o bajarán los brazos en señal de derrota, confusos ante la injusticia cometida por el árbitro que, además, es quien ha chutado el penalti?