La rueda

Hablando del 'tema'

CARLES SANS

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Recientemente he tenido un par de cenas muy similares, en casa de buenos amigos, que se han parecido porque tanto en una como en la otra hemos acabado hablando del tema. Ambas eran cenas de personas, digamos, profesionalmente bien situadas, gente amable cuya pretensión es la de pasar un buen rato mientras come y se relaciona.

Sin embargo, siempre hay alguien, yo a veces, que saca entre plato y plato un comentario sobre el tema. Lo hago primero por lo bajinis y con tono jocoso para ver si alguien recoge el guante. Como son cenas que transcurren por los cauces de la politesse más exquisita, a la primera nadie entra al trapo, pero ya más cerca de los postres, con no disimulada intención, lo pongo sobre la mesa sin más.

Y es que no me negarán que en estos tiempos a todos nos pica la curiosidad por saber qué pensarán del tema aquellos a quienes acabamos de conocer. A mí me da cierto morbillo investigar hacia qué lado cargan algunos. Siempre hay quien se resiste aduciendo que ese asunto le da mucha pereza; no le falta razón: llevamos hablando de ello mucho tiempo y ya hay a quien le aburre. Pero la mayoría arranca consciente, eso sí, de que nos adentramos en un terreno espinoso que puede hacer que la velada pase de placentera a desagradable mandando la politesse a hacer puñetas por cualquier comentario malinterpretado. Así que los puntos de vista se exponen con cautela, sopesando las palabras y con la estrategia del jugador de ajedrez, huyendo de rudezas y exabruptos. Porque una vez que se arranca ya no se habla de otra cosa.

Al final, ambas cenas, y a pesar de algunas diferencias, se acabaron con la sensación de que, de haberlo buscado, podría haberse producido alguna discusión subidita de tono que se evitó con inteligencia por considerar que ni siquiera el tema merece estropear una cena entre buenos amigos.