Editoriales

El guion de una campaña anunciada

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El inicio formal, la pasada medianoche, de la campaña para las elecciones autonómicas del día 25 no ha supuesto en la práctica ningún punto de inflexión en el escenario político catalán. Las posiciones están muy definidas desde que, el 25 de septiembre, Artur Mas anunció la disolución del Parlament y la celebración anticipada de una consulta que en condiciones normales no debería haberse celebrado hasta el 2014. En realidad, desde la Diada estaba claro que la multitudinaria manifestación de esa jornada permitiría alpresidentde la Generalitat ejecutar ese adelanto electoral, una etapa clave de su estrategia soberanista. Y los demás partidos, aunque vieron venir esa secuencia de hechos, no han podido modificarla y han tenido que ir a remolque.

Mas y CiU marcan, pues, la pauta, y los resultados que las encuestas conceden a la federación nacionalista no son muy distintos de los que tiene en la actualidad, lo que permite aventurar sin riesgo que la seguirán marcando tras el 25-N. Pero que el nacionalismo haya logrado convertir el debate soberanista en el eje de la campaña no significa necesariamente que ese sea el asunto que más preocupa a los catalanes ante la cita con las urnas. La crisis y su creciente secuela de penalidades para muchas familias es el problema número uno, y lo que los ciudadanos esperan es que los poderes públicos -el nuevo Parlament y el nuevo Govern, en este caso- tengan la valentía, la lucidez y la inteligencia suficientes para adoptar medidas que dinamicen la economía y, en consecuencia, creen empleo y mejoren las condiciones de vida de la gente.

La política -aquí y en todos los países occidentales- ha cedido en los últimos decenios poder a la economía y ahora le resulta cada vez más difícil recuperarlo. Pero eso no implica aceptar el fatalismo de que, gane quien gane, la política económica será inexorablemente la misma o muy similar. Y eso es lo que debería estar presente en la campaña electoral y lo que deberán calibrar los ciudadanos al votar. Obviamente, una hipotética decisión sobre el futuro colectivo de Catalunya -seguir en España o ser independiente- tendría también una incidencia muy directa en la economía de las personas, pero no es solo eso lo que está directamente en juego el día 25. La realidad tangible es la que es, y sobre ella habrá que pronunciarse.