Al contrataque
A la gresca
Nunca en la España democrática hubo una época preelectoral tan ruidosa, tan agitada, con tantas sensibilidades a flor de piel, con candidatos a la fuga o escribiendo cartas desde su celda
Cristina Pardo
Periodista
CRISTINA PARDO
En campaña electoral se viven momentos realmente curiosos. Diría que irrepetibles en otros momentos más pausados, si es que aún los hay, de la vida política. Recuerdo aquellas señoras que le gritaban «¡guapo!» a Rajoy y él respondía con sorna: «Su generosidad no tiene límites». Creo que fue Zapatero el que, atacado por una sexagenaria muy entusiasta, tuvo que ver como a la señora se le caía la dentadura en el momento en el que el presidente se acercaba para dejarse besar sonoramente en el moflete. También estuvieron a punto de robarle el anillo de bodas, tanto toqueteo y tanto apretón.
Se me ocurren cientos de momentos memorables, como aquel día en que varios militantes pelearon por tocarle el brazo a Rita Barberá y la exalcaldesa terminó lesionada en el hospital. O aquel mitin en el que Alfonso Rus, siempre dicharachero y con aroma a corrupción, les dijo a los asistentes: «O votáis a Arias Cañete u os pego una paliza». Después se viven momentos mucho más tensos, como aquella noche en que un joven le pegó un puñetazo a Rajoy mientras paseaba por Pontevedra. El presidente del PP llegó al acto con retraso, sin gafas, con la cara enrojecida y haciendo gala de un interesante sentido del humor: «Yo he estado pegando carteles en Pontevedra. Sí, también se pegaban carteles».
Momentos como estos hay muchos, pero seguramente no viviremos ninguno en la campaña electoral que se nos avecina en Catalunya. En la última, la de las plebiscitarias, sí había cierto ambiente de desenfado. Recuerdo a Raül Romeva diciéndoles a los estudiantes que tenían que independizarse de España para vestir como quisieran y hacer el amor las veces que quisieran. Nunca se me hubiera ocurrido culpar de la escasez en ese terreno al Estado opresor, pero seguramente es mucho más reconfortante que fijar la mirada en uno mismo.
Que no se rompa nada más
En esta campaña, creo que no. No habrá espacio para eso. Los partidos independentistas están en otra pantalla, con un candidato huido en Bélgica, medio Govern en prisión y unas elecciones autonómicas, otras, aunque les pese. A nadie le puede parecer edificante lo que se nos viene encima. Será una campaña a la gresca, con medio arco parlamentario herido en su orgullo y, ojalá me equivoque, otro medio sacando pecho por la aplicación del 155. A ver quién tiene la aplicación más grande. Nunca en la España democrática hubo una época preelectoral tan ruidosa, tan agitada, con tantas sensibilidades a flor de piel, con candidatos a la fuga o escribiendo cartas desde su celda. Y vamos a tener que oír de todo. Me gustaría, y es mucho pedir, que no se rompa nada más. Que el Estado no caiga en la tentación de aplastar lo bueno que quede, que es muy poco. Ánimo a todos.
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