ANÁLISIS

China: De Mao a Xi, pasando por Deng

El congreso del Partido Comunista Chino dará un poder omnímodo al actual líder del país

El presidente chino, Xi Jinping, durante una conferencia sobre Asia en Pekín.

El presidente chino, Xi Jinping, durante una conferencia sobre Asia en Pekín.

Georgina Higueras

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Por la mañana, por la tarde, por la noche, desde el sábado la televisión china en su miríada de canales no ha dejado de sacar, votando a mano alzada, a los miembros del comité central del Partido Comunista Chino (PCCh), que tras cuatro días de reunión ultimaron los preparativos del XIX Congreso. Los más de 2.200 delegados seleccionados para el cónclave confirmarán también lo que se les mande sin más debate que el asentimiento puro y duro. Todos saben que esta es la cita que dará a Xi Jinping un poder omnímodo para propulsar a China como la potencia hegemónica del siglo XXI, y han unido su destino al del secretario general porque es el único que conduce a la gloria.

La gigantesca exposición inaugurada en Pekín hace unos días –en la que el denominador común de buena parte de las salas, estén dedicadas a economía, deporte, ciencia, Ejército, transporte o cultura, son los retratos o las referencias a Xi– es el antecedente del largo informe sobre los logros alcanzados en estos cinco años de su primer mandato. Los delegados lo escucharán atentamente de su propia voz y lo aprobarán sin dudarlo. En la historia de la República Popular, ningún otro líder gozó de semejante adulación, a excepción de Mao.

Se espera que este congreso confirme la inclusión en los estatutos del PCCh de la ‘Teoría Política de Xi’, junto al ‘Pensamiento de Mao Zedong’ y la ‘Teoría de Deng Xiaoping’, lo que le situará en el podio de los que –en primera fila o desde las bambalinas, como decidió Deng– ejercen el poder sin límite de tiempo. Un guiño a que el segundo mandato que empieza ahora no será el último.

No hay delfín

Nunca antes un dirigente tuvo la oportunidad de colocar tanto allegado en los máximos órganos del partido –comité permanente, politburó y comité central—. Unos porque sus titulares han cumplido la recomendada edad de jubilación (68 años) y otros porque han sido expulsados por corrupción, Xi dispone de unos 200 escaños para repartir entre sus fieles. En cinco años ha echado a la calle o metido en la cárcel a más del 10% del comité central: 35 miembros, de los que 17 eran suplentes sin derecho a voto. Entre los que la semana pasada lograron ascender de suplente a titular se encuentra Li Qiang, el jefe del PCCh en la provincia de Jiangsu, cuya cercanía a Xi sugiere un nuevo ascenso en estos días, hasta el politburó. No hay, sin embargo, ningún candidato que destaque como posible sucesor.

Nadie niega el éxito de Xi en dirigir China hacia el desarrollo económico, social, científico y militar, ni que sus campañas contra la corrupción y contra la contaminación del aire, los ríos y la tierra le han granjeado una enorme popularidad. Sin embargo, su empeño en controlarlo todo e impedir cualquier crítica en los medios de comunicación y en las redes sociales genera descontento en una población cada día más formada, con millones de personas que viajan al exterior y escuchan y ven lo que se prohíbe en su país.  

Los analistas sostienen que tras el XIX Congreso se dará un nuevo impulso a la abandonada reforma económica liberal y se relajará la política exterior hacia un mayor entendimiento con su principal rival, EEUU, pero lamentablemente el cónclave no dará paso a una sociedad más abierta. Todo apunta a que los controles serán mayores.