«Le dije: '¿Ves, majo? No servimos solo para limpiar'»

Andrea Gómez es la capitana del equipo femenino del AEM infantil de Lleida que marcó un hito al proclamarse campeón de la liga masculina hace unos meses

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MAURICIO BERNAL

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Andrea Gómez saca buen partido de su estatura: de 47 goles que marcó en 26 partidos, «entre 12 y 15» los hizo con la cabeza. Es la capitana del equipo infantil femenino del AEM de Lleida, el celebrado equipo que hace un par de meses se proclamó campeón de la Liga de Segunda masculina; un hito. Niñas compitiendo en igualdad con niños y ganándoles. Cierta fama se ha derivado de todo esto y el martes pasado el AEM viajó a Barcelona a cumplir con un compromiso que suele estar reservado a un Iniesta, a un Messi, a un Suárez: apadrinar la campaña de recogida de leche para familias desfavorecidas que impulsan la Obra Social La Caixa y el Banc dels Aliments. Habla la capitana.

-Dígame: ¿cuáles eran las sensaciones cuando decidieron jugar la liga masculina?

-Pues mire: yo, como antes había jugado mucho con chicos… Yo pensé que nos iban a dar una paliza. Que nos iban a dejar en ridículo. Diría que estábamos muy escépticas.

-Y entonces quedaron terceras el año pasado. ¿Cambió entonces la actitud?

-Yo es que soy pesimista. Ni siquiera entonces creí que pudiéramos ganar. En parte porque entre el año pasado y este cambió medio equipo, y no podíamos saber. Pero teníamos actitud, eso sí: íbamos con la intención de darlo todo, el máximo esfuerzo y sacrificio.

-Físicamente, ¿sentían mucho la desventaja?

-No siempre, a veces. En los balones divididos, por ejemplo: ahí recordabas que jugabas contra chicos. Pero el entrenador siempre encontraba soluciones. A veces la orden era tocar de lado a lado del campo, jugar a dos, tres toques, y chutar. Con otro entrenador no lo habríamos conseguido.

-Tengo entendido que algún adversario les dijo alguna estupidez.

-Sí, una vez, poniendo el balón para chutar una falta, se acercó un chico del equipo contrario y nos soltó que solo servíamos para limpiar, y que no se nos podía tocar porque cada dos por tres nos caíamos. Y además, la madre del niño, que estaba detrás de la portería, va y nos grita 'guarras'.

-¿Cómo se tomaban esas cosas?

-Te afectan. Lo quieras o no, te afectan. Pero justo de esa falta salió un gol.

-Qué bueno.

-Mi compañera centró y yo chuté de cabeza. Y fui a propósito a celebrarlo muy cerca de la madre. Al final ganamos 2 a 1, y al acabar el partido fui donde el chico y le dije: «¿Ves, majo? No solo servimos para limpiar, también servimos para ganaros».

-¿Les dolía más perder contra las niñas?

-Yo creo que sí. Como piensan que el fútbol es un deporte de niños, la sensación que tienen es que pierden en su deporte.

-Y ustedes, ¿disfrutaban de eso?

-Bastante. Si le digo que no, mentiría.

-Me pregunto si los chicos entraban más suave contra ustedes.

-Claro. Era evidente.

-Y qué opina.

-Si le digo la verdad, me da igual. Peor para ellos, digo yo. Pero me imagino que la próxima temporada no va a ser así. Todos los equipos tendrán ganas de ganarnos.

-Dígame, ¿le gustaría dedicarse al fútbol?

-Me encantaría. Tanto si puedo irme con una beca a EEUU como si me quedo aquí. Ya hice unas pruebas con el Barça.

-Sospecho que los sueldos de una futbolista profesional no se pueden comparar con los de un hombre.

-Es muy triste, pero es así. Una mujer en un equipo de Primera que disputa la Champions League cobra menos de la mitad que un hombre que juega en Segunda. El fútbol femenino está muy poco valorado. Es algo que hay que cambiar.