Los jueves, economía

¿Generación perdida?

La población de 16 a 34 años, la víctima de la crisis entre 2007 y 2014, no percibe la mejora en el empleo

¿Generación perdida?_MEDIA_2

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JOSEP OLIVER ALONSO

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La mejora en el clima económico general y la acumulación de riqueza en pocas manos han vuelto a poner sobre el tapete del debate qué puede, o qué debe, hacerse para reducir la creciente desigualdad. Desde estas páginas hemos apuntado algunos de los aspectos más duros de esta lacra. Tanto respecto de la injusticia social que significan la pobreza y exclusión de una parte no menor de las familias del país, como en relación al error económico que implica dejar de lado a importantes contingentes de población.

La pasada semana tuve la ocasión de asistir a la presentación del volumen 'Un bon país no és un país low cost', de Miquel Puig, y del trabajo de Guillem López Casasnovas 'El bienestar desigual', los dos buenos amigos, y mejores escritores, polemistas y divulgadores de aspectos esenciales para nuestra economía. Recomiendo ambos libros al lector interesado sobre nuestro futuro. Escuchándoles, y atendiendo a algunas de las cuestiones planteadas en el foro convocado por la Fundació per la Indústria, de Sabadell, me pareció que debíamos tomar mayor consciencia de un aspecto, poco destacado, de nuestra desigualdad. Se trata de la que afecta, en el mundo de los adultos, a la creciente brecha de renta, riqueza y bienestar entre los colectivos de 40 y más años y los más jóvenes. Una brecha que no ha dejado de aumentar.

Algunas cifras del mercado de trabajo permiten situar parte del problema. En el ámbito del desempleo, y con datos de la EPA del tercer trimestre del 2015, el 29,2% de tasa de paro de los jóvenes (16 a 34 años) emerge como sensiblemente más elevada que el mucho más reducido 18% de la cohorte de 35 a 64 años. Y aunque esta elevada proporción de parados refleja, indirectamente, un volumen de activos que se ha reducido en la crisis, no deja por ello de ser cierto que una parte de su menor actividad (un 68,7% de los individuos en edad de trabajar de 16 a 34 años frente al 78,6% del resto de la población) expresa el ensañamiento del ajuste ocupacional sobre los más jóvenes. Y que los ha expulsado de forma insólita del mercado de trabajo. Como lo demuestra el que, en el tercer trimestre del 2007 justo al inicio de la crisis, los jóvenes activos eran el 74,9% de la población de 16 a 34 años.

Un millón de nuevos empleos

Por ello, es en el ámbito de la ocupación donde la desigualdad es más relevante. Hoy por hoy, los individuos de 16 a 34 años todavía no perciben la mejora que, desde el segundo trimestre de 2014, acumula ya en el entorno del millón de nuevos empleos. Y ello se suma a una crisis que se ha cebado especialmente en los jóvenes: cerca del 100% de la destrucción de puestos de trabajo acaecida entre 2007 y 2014 ha recaído sobre los ocupados de 16 a 34 años. En valores absolutos, quiere ello decir que de los 3,7 millones de empleos perdidos en la crisis, el 98,1% correspondía a jóvenes, un colectivo que ha visto destruir un estratosférico 45% de su empleo del tercer trimestre de 2007 (8,3 millones). Si se acumulan los cambios desde el inicio de la crisis hasta hoy, hasta el tercer trimestre de 2015, la situación es, si cabe, todavía más sangrante: de la pérdida acumulada (-2,7 millones de puestos de trabajo), los jóvenes han absorbido una punción de 3,5 millones, que destaca frente el aumento (de 850.000 empleos nuevos) de la generación de 35 a 64 años.

Las razones del porqué, en esta recuperación, las empresas prefieren contratar a individuos de mayor edad no son evidentes, aunque probablemente apuntan a un desajuste formativo de los más jóvenes. Tanto en los bajos niveles formativos como en los más elevados, donde existe un creciente problema de sobrecualificación de los graduados universitarios.

Peso abrumador del empleo temporal

Por su parte, aquellas que explican la enorme destrucción de ocupación juvenil parecen remitir al peso abrumador del empleo temporal. En el tercer trimestre del 2007, los asalariados temporales de 16 a 34 años eran un insólito 40% de todo su empleo, frente al muy reducido 6% para los de 35 a 64 años, de forma que este colectivo explicaba más del 85,2% del empleo asalariado con contrato temporal. Añadan a ello un mayor peso de la jornada parcial: a finales del 2015, en el entorno del 21% de los jóvenes tenía esta tipología de contrato, frente al escaso 13% de la población de 35 a 64 años.

Hundimiento de su ocupación, explosión de su paro, sesgo muy importante hacia el trabajo temporal y a la jornada parcial... El futuro de esta generación, que es la que debería liderar el país de aquí un par de décadas, se hace cada vez más sombrío. ¿Es rescatable? ¿O será la generación perdida? Tal y como van las cosas hasta hoy, y sin entrar en otros aspectos de desigualdad actuales (salarios o vivienda, entre otros) o futuros (pensiones), la pregunta se responde ella sola. ¿Generación perdida? Lamentablemente, sí.