Gays: Diversión en Barcelona, muerte en Estambul
Siscu Baiges
Profesor asociado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB, periodista y vicepresidente de la asociación Solidaridad y Comunicación (SICOM).
SISCU BAIGES
Más de 70.000 gays procedentes de medio mundo participan estos días en Barcelona, en los actos de la cuarta edición del 'Circuito'. Durante dos semanas, los y las asistentes se divertirán en la treintena de fiestas organizadas en parques acuáticos, playas, pabellones deportivos o discotecas. También se han organizado, paralelamente, debates y exposiciones que tratan cuestiones que afectan a este colectivo.
Coincidiendo con el inicio del 'Circuito' apareció en un parque del centro de Estambul el cadáver de Mohamed Wisam Sankara, un joven refugiado homosexual sirio que había desaparecido de su domicilio en esa ciudad turca. Cinco meses atrás ya había sufrido un secuestro. Un grupo de hombres le había metido a la fuerza en un coche, se lo habían llevado a un bosque y lo habían golpeado y violado. Turquía no es nada amable con los homosexuales. El pasado mes de junio prohibió por segundo año consecutivo la celebración de la fiesta del Orgullo Gay y disolvió con gases lacrimógenos la concentración de los que insistieron en celebrarla en la calle. En el desfile barcelonés de esa fiesta participaron miles de personas, incluida la alcaldesa de la ciudad.
Vivimos en un mundo lleno de contradicciones. Lo sabemos y cada uno lo vive, lo sufre y lo digiere como puede. Pero la rapidez con que nos hemos acostumbrado a que circulen las informaciones agudiza estas contradicciones. Nos llenamos la boca reivindicando un mundo mejor pero a veces parece que sólo nos preocupa la parte de mundo donde nos ha tocado o hemos elegido vivir.
En el mismo Planeta que compartimos más de siete mil millones de seres humanos, hay cerca de ochenta países donde la homosexualidad está perseguida penalmente, en ocho de los cuales se castiga con la pena de muerte. En 18 países, en cambio, se les reconoce el derecho a casarse.
Hay que ser exigentes en la defensa de ciudadanos como Mohamed Wisam. No se puede esperar a que el paso del tiempo vaya haciendo caer por su propio peso atrocidades como el trato que se da a la comunidad homosexual en medio mundo. Tampoco en nuestro país, donde no faltan violentos capaces de dar una paliza a una pareja de hombres jóvenes cogidos de la mano, en Barcelona, la madrugada del viernes, cuando iban a una fiesta del 'Circuito'.
Una opción sexual no puede ser, a la vez, fuente de diversión en una ciudad y de terror en otra. Lo vemos en los ojos y en las vivencias que cuentan los homosexuales que piden asilo en países donde las leyes les respetan más que en las comunidades de las que huyen.
No debe haber fronteras para estos refugiados, del mismo modo que no tiene que haberlas para exigir a los países donde los amenazan, maltratan, encarcelan o matan, que dejen de hacerlo.
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