La realidad y la ficción

Gay Talese, narrador sin etiquetas

Lo que más importa a uno de los padres del nuevo periodismo es desvelar por qué somos como somos

ALBERT GARRIDO

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La lectura de Los hijos, de Gay Talese, induce a reflexionar acerca del límite entre realidad y ficción. No porque sea este el trasfondo del libro, pues se trata de una autobiografía armada sobre el relato de las peripecias de la familia Talese a partir de mediados del siglo XVIII en el sur de Italia, sino a causa de la meticulosa reconstrucción de la historia que el autor hace a partir de datos del todo ciertos y documentados, sazonados con detalles descriptivos que responden más a las virtudes propias de un gran narrador que a las exigencias del periodismo de investigación. Pues siendo Gay Talese uno de los nombres de referencia del así llamado nuevo periodismo -aquel que se ocupa de contar historias mediante desarrollos largos, precisión de cirujano y vigor de novelista-, se adentra por los caminos de la non fiction novel, el género bautizado por Truman Capote para justificar las licencias que se tomó en su monumental A sangre fría.Es posible que Talese hubiese podido concebir la obra sin permitirse acercamientos a la novela -ateniéndose solo a las pautas del gran reportaje-, pero si hubiese renunciado a tomar ese camino, quizá habría renunciado asimismo a reconstruir la atmósfera, el escenario histórico de cada uno de los pasajes de Los hijos. Y esa atmósfera es el hilo que une el relato del periodista con el legado de los grandes narradores que, según avanza la historia de los Talese, parecen cruzarse en el camino que une al hijo de un sastre de Ocean City (Nueva Jersey) -Gay- con la decadencia del reino de Nápoles, Giuseppe Garibaldi, la gesta de la unidad italiana y la emigración forzosa a Estados Unidos en busca de un lugar donde sobrevivir. A ratos, el periodista Gay Talese se comporta como el novelista Gay Talese y, al hacerlo, surge el eco de los gatopardos con quienes convivieron sus antepasados italianos y también el de la mejor tradición de la literatura estadounidense del siglo XX.

Técnica novelesca

Con frecuencia se reprochó a Truman Capote que, al acogerse a la técnica novelesca, desnaturalizaba el trabajo periodístico. Así le sucedió a veces a Tom Wolfe y a Norman Mailer, y así también podría achacarse a Talese recurrir a la deducción cuando falta el dato. Hacerlo sería tanto como sostener que existe una línea de demarcación absolutamente nítida que separa lo real de lo verosímil y esto último, de lo razonablemente imaginable. Tal divisoria no existe o solo existe allí donde su existencia es posible: el periodismo de lo inmediato, de lo que cabe considerar el presente, sin malgastar esfuerzos en definir qué es esto que llamamos presente. Para el resto, hay que llenar los agujeros negros con hipótesis y sacar conclusiones para explicar por qué los personajes que deambulan por la historia se comportan como se comportan y no de otra forma.

Esta es la gran lección que Gay Talese da en Los hijos, de la misma manera que, en sentido contrario, son incontables los casos de novelistas que, mediante su obra, adquirieron la condición de grandes cronistas de su tiempo a través de la ficción. Talese, siendo un gran periodista, se comporta al mismo tiempo como un gran novelista, y si no fuesen él y sus antepasados el objeto de su trabajo, sino una comunidad de su invención, el resultado final valdría lo mismo para transmitirnos una determinada versión de un largo periodo de la historia de Italia y de Estados Unidos. Se trata, desde luego, de una conclusión no apta para puristas y afectos a la objetividad.

Fidelidad a la historia

El gran escritor Henry James dedicó un ensayo al no menos grande Honoré de Balzac donde desarrolla la idea del escritor pintor de la vida. Impresionado por la magnitud de La comedia humanaJames presenta a Balzac como ejemplo del autor empeñado en ofrecer un retrato de su tiempo, de unas vidas verosímiles en un momento determinado de la historia de Francia. Frente a las preocupaciones por la consistencia del estilo de otros, destaca en Balzac su fidelidad a la historia, a la sociedad en la que vivió y retrató. Esa misma cualidad se halla en las páginas de Los hijos, por encima de las preocupaciones técnicas que sin duda tiene Talese (documentarse y escribir el libro le llevó diez años). Lo que más le importa es transmitir las razones de por qué somos como somos.

Cuando Talese pasó por Barcelona en el 2012, el periodista Carles Geli lo presentó en la Universitat Ramon Llull como un periodista que «mira mal; mira del revés». Luego Talese, durante la charla, desveló el origen de esta forma de mirar y de acercarse a la realidad de manera diferente: detrás del mostrador de la sastrería de su padre, escuchó cientos de conversaciones de personas de su entorno, expresión sin intermediarios de la vida cotidiana. De aquella experiencia surgió un pintor de la vida. Qué más da que lo suyo sea nuevo periodismo, non fiction novel o cualquier otro género sin etiquetar. Hay que leerlo. Periodista.