No ganarás a la araña en su red

Intentar frenar a los partidos ultras adoptando sus postulados es una receta que ya se ha demostrado desastrosa

Marine Le Pen, duirante la pasada campaña electoral.

Marine Le Pen, duirante la pasada campaña electoral.

CARLOS CARNICERO URABAYEN

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Los populistas que con éxito surfean la gran ola de descontento global tienen una ventaja frente al resto: pueden ganar sin mayoría en las urnas. Sucede cuando sus rivales imitan sus discursos. ¿Puede haber algo más estúpido e irresponsable? Lo único que se consigue es legitimar los discursos de odio y abonar el terreno para su victoria electoral. Ya se sabe quién gana en la red que tejen las arañas.

Hasta la victoria de Donald Trump se han ensayado dos estrategias para enfrentarse con los populistas. Por un lado quienes les califican como lo que son: xenófobos, demagogos, misóginos, etc. pensando que la fuerza de los justificados apelativos bastará para desmotivar a sus votantes. Fue la estrategia seguida por Hillary Clinton, que en un desliz de campaña llamó “deplorables” a los votantes de Trump. Conocemos el resultado.

En el otro lado están los insensatos imitadores. Ha sucedido en Reino Unido. Acomplejado e inseguro ante la subida de popularidad de los xenófobos del UKIP, el Partido Conservador de Theresa May ha terminado por aceptar sus postulados, endureciendo su discurso contra los foráneos en medio de una ola xenófoba en el país. Sarkozy trató de ser candidato de la derecha francesa a base de competir con Le Pen en el espinoso terreno de la identidad nacional.

Ambas estrategias resultan fallidas. Urge una tercera: hurgar en los motivos de fondo que están deslizando a tantos electores hacia opciones extremas. Es delicado. Hay una delgada línea entre el análisis de las razones de estos votantes desafectos -la gran tarea para el 2017, año de elecciones en Francia y Alemania- y el deslizamiento hacia posiciones que legitimen los discursos xenófobos.

"NUNCA MÁS"

Se equivoca la izquierda más correcta que evade el debate de la integración de las minorías igual que la derecha que lo afronta con sal gruesa. La llegada de refugiados y nuestra obligación legal y moral de acogerlos es un reto complicado. Evitar debatir sobre sus dificultades no ayudará a quienes huyen de la guerra. Inevitable que se produzcan fricciones entre culturas distintas. Denunciar la xenofobia de los líderes populistas no es incompatible con el debate sobre los planes y medios necesarios para una integración ordenada.

“No podemos dar por descontada la libertad porque nos la pueden quitar”, ha dicho Herta Müller, premio Nobel de Literatura, a su paso por Bruselas. Víctima de la persecución en la Rumanía de Ceausescu, Müller ha recordado que nadie contó los refugiados que cruzaban el telón de acero al Oeste. Aquellas persecuciones toman hoy forma de xenofobia en esta Europa en crisis. En el mismo foro, el presidente del Instituto Goethe, Klaus-Dieter Lehmann, ha expresado en alemán: “Aprendimos una cosa del pasado: nunca más”.