Ganar sin el todopoderoso

ALBERT GUASCH

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Cuesta mucho ponerse en las botas de Messi. Su traje, que es de superhéroe cotidiano, pesa demasiado. No le entra a cualquiera. Y aprieta. En el segundo partido de esta corta vida sin el todopoderoso, la indumentaria fue depositada, como debe ser, en la taquilla de Neymar. Y al astro brasileño le costó cogerle las medidas. Se pasó toda la primera parte intentando levantar el vuelo, incapaz de escabullirse de unos alemanes vitaminizados. Seguramente no le ayudó el diseño inicial de Luis Enrique.

En cambio, cuando el asturiano apretó los botones precisos para reordenar el equipo y hacerlo reconocible, Neymar se sintió cómodo, recuperó la fuerza que conlleva ponerse ese traje de ser superior y participó decisivamente en los dos goles azulgranas que tumbaron al Borussia. En particular en el primero, en ese pase a Arda Turan de parecida gestualidad a Laudrup, el comentarista que cree que provoca al retener gratuitamente el balón y se gana merecidas tarascadas ajenas.

Neymar, un futbolista descomunal, del tamaño de los problemas legales que aún generan su fichaje, no protagonizó un partido brillante. En realidad, estuvo más bien errático, pero como ya es marca de la casa, no se escondió y fue importante en la victoria. Un poco como todo el equipo. Persistió y persistió, y superó esos ratos atropellados en que se alcanzó la portería del Borussia por contundencia más que por método.

PAPEL ÍNGRATO

Sin Messi, los partidos del Barça se abren a todo tipo de héroes. Neymar se sabe buscar la vida. Suárez es otro que tal. Siempre sabe colocar la cadera y hacerse un hueco para recibir el balón y encarar furiosamente al meta contrario. Y, en cambio, conviene encumbrar esta vez al turco Turan, un hombre transformado en esta segunda temporada. Tanto que hasta se expresa en un sudado castellano en la sala de prensa.

Ay, si marca ese disparo picado desde fuera del área que Sommer desvió con las uñas. Con lo que se suspiraba este verano por una oferta de China para dejarlo dignamente marchar... Ese papel ingrato, de fichaje que cuesta de comprender, recae ahora en Paco Alcácer. No dispersó a los escépticos, que abundan, sobre todo por un precio que parece alto se mire como se mire. Con él igual habrá que esperar también a una segunda temporada.

Y luego está Piqué, el defensa con alma de delantero. Otro, como Arda, al que hay impulsar a ese rol de héroe. No solo por el gol, que lo persiguió con sus piernas largas. También por esta temporada pletórica, por ser un hombre de acero en la defensa, por empujar al equipo desde atrás.

La fuerza de uno se reparte entre muchos. Cuesta más, pero así se gana sin el todopoderoso.