ANÁLISIS

Gana el legitimismo ¿podrá gobernar?

La incógnita es si el independentismo tendrá suficiente con la victoria moral y estará dispuesto a pisar el freno o si se sentirá más legitimado para ahondar en la vía unilateral

Comparecencia del expresidente Carles Puigdemont desde Bruselas.

Comparecencia del expresidente Carles Puigdemont desde Bruselas. / periodico

ASTRID BARRRIO

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Uno de los principales interrogantes de estas elecciones elecciones era como se resolvería la vieja pugna por el liderazgo en el campo independentista entre ERC y el PDECat, aunque este partido no haya presentado directamente a los comicios sino a través de la candidatura Junts per Catalunya. Todas las encuestas, desde hace tiempo, daban por ganador seguro a ERC y auguraban, además, que quedaba a mucha distancia del PDECat.

Solo cuando el presidente Carles Puigdemont anunció por sorpresa que se presentaba a las elecciones e impulsó una candidatura a medida a través de la cual explotar su martirologio en Bruselas, la distancia entre ambas formaciones empezó a acortarse e incluso se llegó a plantear la posibilidad de  que Junts per Catalunya pudiese superar a ERC, aunque  lo cierto es que en los últimos días las encuestas volvían a señalar que la formación republicana se distanciaba. 

Ciutadans, primer partido

Pues bien, los sondeos han fallado y Junts per Catalunya, por sorpresa, se ha alzado con la victoria en el campo soberanista aunque el primer partido en Catalunya, por vez primera en la historia, tanto en votos como escaños, haya sido Ciutadans, un partido abiertamente anticatalanista. No obstante esa victoria de Ciutadans difícilmente le va a permitir poder formar gobierno porque el bloque constitucionalista no suma mientras que el independentismo, pese a un leve retroceso,  sigue disponiendo de mayoría absoluta. La cuestión, ahora, es como se gestiona esa mayoría. 

Los buenos resultados de Junts per Catalunya y la derrota sin paliativos del PP suponen una enmienda total al artículo 155 y refuerzan la idea que ha sido el eje central de la campaña de esa candidatura de que Puigdemont es el presidente legítimo y que hay que restaurarlo.

Aunque esta es una operación difícil. Por un lado, porque si vuelve a España será detenido y, aunque pueda tomar posesión de su acta y probablemente pueda someterse al debate de investidura –ya existe el antecedente de Juan Carlos Yoldi en Euskadi–, no podrá ejercer normalmente como presidente, al menos de momento y a la espera  de ser juzgado. Y por el otro, porque para que sea investido será necesario un acuerdo con ERC y con la CUP, un partido que aspira a volver a la pantalla del 27 de octubre. Y no es que esto no sea posible, sino que con semejante planteamiento difícilmente el Gobierno de España vaya a suspender la aplicación del artículo 155. Al final puede suceder que la mayoría independentista sea del todo estéril para conseguir el restablecimiento del Gobierno Generalitat, a menos que empiece a reformular sus planteamientos y a ajustarlos al orden constitucional vigente.

Victoria moral

La incógnita, por tanto, es si el independentismo tendrá suficiente con la victoria moral que ha obtenido y estará dispuesto a pisar el freno o si bien se sentirá más legitimado que nunca para ahondar en la vía unilateral. Puede darse el caso de que no todos los partidos independentistas, vista la experiencia, estén dispuestos a ello. Y si eso sucede, a lo mejor se pueden empezar a plantear alternativas que dejen de poner en peligro el autogobierno.