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El fusil de Draghi y el pacto del beso

JESÚS RIVASÉS

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En Madrid algunos buscan aprendices de italianos para sobrevivir en un escenario político a la italiana, pero sin italianos, como profetizó Felipe González, que ahora sufre "la rabia y el odio" de Pablo Iglesias. En Franckfurt, Mario Draghi, que sí es italiano y actuó de italiano para salvar el euro, recarga sus misiles con munición monetaria y el jueves volverá a disparar desde su fortaleza del Banco Central Europeo (BCE), el último bastión de la Unión Monetaria que los populistas de extrema izquierda y extrema derecha -unidos- sueñan destruir. Algunos quizá quieren olvidar que la Unión Europea, nacida como Mercado Común, fue un proyecto ideado para evitar que se repitieran los horrores de los nacionalismos y totalitarios del siglo XX, y que ese ha sido su gran éxito. Casi 60 años de paz y prosperidad, a pesar de problemas y crisis.

Europa intenta ahora, en medio de grandes incertidumbres, superar la resaca de la Gran Recesión y sortear otra crisis económica, en una época ahíta de liderazgos y sobrada amenazas, desde el Brexit hasta los populismos antieuropeos. Mario Draghi, presidente del BCE, a falta de otros mecanismos, y desde la independencia de la institución que preside al servicio del ideal europeo, ensayará otra vez lo más difícil para impulsar una economía todavía con demasiados achaques.

Los misiles de Draghi consisten en crear dinero para que llegue a manos de los ciudadanos y haya más actividad. El BCE, solo en un año, ha fabricado 720.000 millones, a razón de 60.000 millones al mes y, a partir de ahora, tal vez 75.000 millones al mes. Al mismo tiempo, mantiene los tipos de interés negativos para los bancos, a los que podría cobrarles un 0,4%, frente al 0,3% actual, por guardarles su dinero en el BCE. Pretende impulsarles a que lo utilicen para financiar las respectivas economías, en lugar de dejarlo en el BCE a buen recaudo, algo que penaliza los resultados de todas las entidades financieras, aunque entre las españolas las más afectadas son Popular (Ron), Caixabank (Fainé), Sabadell (Oliu) y Bankia (Goirigolzarri).

Mario Draghi no es todopoderoso y su arsenal de misiles monetarios está al límite. Además, sus medidas, al final, significan más deuda para países, bancos y empresas, para los ciudadanos en definitiva, y algún día habrá que pagarla. Draghi actúa como bombero monetario a la espera de que los gobiernos hagan sus deberes, inviertan productivamente, agobien menos fiscalmente a sus ciudadanos y se olviden de populismos domésticos. La variante española consiste en el nuevo Gobierno “ni está ni se le espera”. Ni la “gran coalición” que defiende Rajoy, ni el “acuerdo del beso”, que propone Iglesias, avanzan por ahora. Son las únicas opciones viables si, como explica el filósofo José Luis Villacañas, autor de “Populismo, la política es respeto a la realidad ante todo". En Frankfurt, Draghi carga los misiles, mientras Bernard-Henry Levy lo resumen todo: “La elección está clara: Europa o barbarie”, con besos y sin besos.