El epílogo
Fuera de control
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC Hernàndez
Si este año tiene planeadas unas vacaciones en el extranjero, ármese de paciencia y prepárese para lo peor. Su destino está en manos de un puñado de personas a quienes usted ni siquiera conoce, pero que, si así se les antoja, el día en que tiene previsto volar pueden amanecer súbitamente enfermas y dejarle en tierra. Desengáñese: el éxito o la ruina de su reposo estival está en manos de los controladores aéreos, aquejados de una extraña patología colectiva que ni siquiera los médicos que les cursan las bajas se atreven a diagnosticar.
Los primeros síntomas les fueron detectados a estos empleados de AENA en febrero, justo cuando el ministro de Fomento desveló sus salarios: de media, unos 350.000 euros brutos al año, aunque un centenar largo de ellos rozaba los 600.000 anuales. Todo ello, gracias a un modelo organizativo que, diseñado por ellos mismos, les permitía computar como horas extras --y a tarifa no precisamente mileurista-- buena parte de la jornada laboral. La divulgación de estos datos le valió aJosé Blanco para imponer a los controladores una rebaja salarial de 150.000 euros al año que sin duda hizo mella en su salud. A la vista está: meses más tardea, antes de renegociar el convenio, ha estallado la epidemia.
Privilegios corporativistas
Aunque lo niegue --como es su deber-- el sindicato mayoritario de los controladores aéreos, los ciudadanos asistimos de nuevo a una huelga encubierta que, en plena época vacacional, permite a un reducido grupo de empleados, al parecer fuera de control, poner en jaque al país al bloquear el transporte aéreo. Y dañando, por añadidura, la industria turistica. Ya sucedió años atrás con el gremio de pilotos, cuyas prebendas no resultaban menos escandalosas. Y también, salvando las enormes distancias salariales, acontenció cuando los trabajadores de tierra invadieron en el 2006 las pistas de El Prat.
Con cuatro millones de parados, clama al cielo que este colectivo tome como rehenes a los pasajeros para conservar sus privilegios. Que hubiera médicos cómplices de esta farsa revelaría que el virus del corporativismo ha devenido pandemia.
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