ANÁLISIS

Frenar la radicalización

debe haber una formación mínima de los actores sociales para que puedan detectar los signos incipientes de radicalismo

David Garriga

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La radicalización que lleva a convertir un joven en terrorista aquí en Occidente varía según el país (y muchas veces según el lugar dentro del mismo país), es bastante rápida (principalmente la de Daesh) y combina en la mayoría de las veces, cuando hablamos de células, la captación 'on line' y la 'off line'. Esto hace incrementar la dificultad en su detección y seguimiento por parte de fuerzas y cuerpos de seguridad. Pero también es verdad que a día de hoy en nuestro país no hay, a excepción de algún colectivo en concreto, una formación a los diferentes actores sociales en detección ni herramientas para poder tratar estos inicios de radicalización y revertir sus efectos.

Quien a día de hoy crea que podemos acabar con este tipo de radicalismo violento solo a través de fuerzas y cuerpos de seguridad y servicios de inteligencia está muy equivocado. Los actores sociales son fundamentales para poder crear cortafuegos capaces, no solo para detectar los diferentes indicadores de radicalización a niveles bajos, sino también para poder trabajar la desradicalización y evitar que un joven que empieza a tener contacto con el discurso de estos terroristas acabe convirtiéndose en un radical violento y perpetrando un atentado.

Formación de los actores sociales

A día de hoy hay que apostar por políticas de prevención, entre ellas, la formación, no solo de policías sino de profesionales sociales, más próximos a estos jóvenes que son objetivo de estos grupos terroristas que puedan conocer cuáles son los signos de radicalización y poder revertir el proceso en etapas tempranas. Por otra parte, crear una contranarrativa atrayente para el joven que lo aleje del discurso radical y finalmente si todo esto ha fallado, invertir en programas de desradicalización.

En mi opinión creo indispensable actuar en diferentes espacios. Por un lado debe haber una formación mínima de los actores sociales para que puedan detectar los signos incipientes de radicalismo en las personas de su entorno y así poder actuar lo antes posible ante la escalada de radicalismo que puede sufrir esta persona. Por otra parte deben existir programas atractivos para estos jóvenes que ven en los discursos de Daesh o Al Qaeda una finalidad. Sin estos espacios es muy difícil poder crear una alternativa a la atracción que ejerce la narrativa de estos grupos extremistas sobre ellos. Tiene que haber una relación fluida entre fuerzas y cuerpos de seguridad, y actores sociales que puedan detectar signos de radicalización y, finalmente, un aspecto a trabajar es la creación de espacios de emergencia capaces de atender a personas cercanas a individuos en riesgo de participar en actos violentos dándoles asesoramiento y protección.

Aunque los diferentes cambios en el Código Penal ha favorecido que esta carrera hacia la radicalización violenta no sea tan fácil, no es suficiente. A nivel preventivo creo que cualquier profesional que esté en contacto con perfiles vulnerables es necesario que tenga una formación adecuada para poder identificar signos y no caer en el error de que se convierta en una caza de brujas. Desde criminólogos, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras, médicos, profesores imanes y familias.

Hay que ser conscientes y conocer los riesgos que tenemos mientras este terrorismo esté entre nosotros pero no debemos permitir que esto nos haga cambiar a peor nuestros derechos y libertades que tanto nos han costado conseguir. La conciencia de seguridad de un país empieza por el propio ciudadano.

A día de hoy, Occidente no convence. Tenemos un problema si no empezamos a prevenir para revertir esta balanza a favor de la seguridad y la convivencia.