ANÁLISIS

El fin del mundo

Wenger se va del Arsenal cuando su concepción del mundo del fútbol ya choca demasiado con el exitismo imperante

Arsène Wenger, durante un partido contra el Milan en el estadio Giuseppe Meazza.

Arsène Wenger, durante un partido contra el Milan en el estadio Giuseppe Meazza. / .43008173

Axel Torres

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Arsène Wenger siempre se explayó en sus explicaciones. Teorizó, argumentó hasta el infinito, convirtió los asuntos anecdóticos e insignificantes del día a día en plataformas para reflexionar acerca de cuestiones morales. Sin embargo, cuando tocó comunicar aquello tan temido, tan inimaginable, escribió un texto frío, escueto, económico. El fin del mundo simplemente se anuncia, ya no importa justificarlo. Si no va a haber mañana, no perdamos más tiempo.

Wenger, en su carta de despedida, se le aprecia descolocado. No sabe por qué tiene que irse, no entiende qué va a ser la vida ahora, pero tampoco reconoce ya, desde hace algún tiempo, la tierra que pisa. El fútbol dejó de ser esas conversaciones que escuchaba en las mesas del restaurante de sus padres en Alsacia.

Un revolucionario

Sería injusto culpar a los nuevos tiempos, porque su éxito se cimentó en una revolución. Él cambió el fútbol inglés para siempre, innovando, sofisticándolo. Ahora sufre en el lado opuesto de un proceso similar, aunque probablemente más antipático.

Su marcha anuncia también el fin de una era en el fútbol global. Cae el último vestigio que permanecía irreductible ante el avance descarnado del 'exitismo' furibundo, de la psicosis impuesta por los superclubes y sus entornos mediáticos: aquella tendencia que no cree en los largos plazos ni en los proyectos pausados y que exige incendios ante cualquier derrota, que menosprecia toda victoria que no sea levantar la Copa de Europa a finales de mayo o principios de junio, que exige juzgar a cualquier equipo del mundo a partir de la lógica que rodea a aquellos que nunca toleran quedar segundos. Si el fútbol va hacia allí, es evidente que Wenger no tiene cabida en él, y lo más sano es que se aparte. Ahora bien: ese nuevo mundo nos va a convertir a todos en pobres infelices.

Contémoslo de otra manera: incluso los últimos cinco años de Wenger en el Arsenal, los que todo el mundo piensa que sobraron, habrían sido leídos como exitosos en cualquier otra época. Ganar tres FA Cups en este periodo, convirtiéndose en el entrenador que más veces ha levantado el torneo más prestigioso de Inglaterra hasta que la mercadotecnia y la influencia continental decidieron convertirlo en un premio de consolación, le habría valido decenas de biografías elogiando su maestría. Incluso sin su exitoso pasado detrás.

'Los Invencibles'

Wenger ha sido el entrenador más exitoso de la historia del Arsenal y construyó el mejor equipo que se ha visto en Inglaterra en la era Premier: el de 'los Invencibles', el que ganó la liga invicto, el que conjugó de forma extraordinaria los dos grandes propósitos de su técnico: el deseo de la victoria y la búsqueda de la belleza. Se ganó el derecho a marcharse cuando él quisiera pese a la mezquindad de algunos críticos que nunca quisieron conocer el contexto que explicaba por qué seguir siendo los mejores era imposible y además no se le podía exigir ni por asomo.