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El fin de mi mundo

RAMÓN DE ESPAÑA

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Ya hace tiempo que tengo la sensación de que todo aquello que ha contribuido a hacerme la vida más agradable se está muriendo: los libros, los cómics, las películas, los discos… Como el Gobierno tiene cosas más importantes que hacer que preocuparse por los derechos de autor (por ejemplo, acabar de aplastar al desahuciado), la red se ha convertido en un patio de Monipodio en el que se roba lo que se puede: literatura, tebeos (sobre todo, mangas), cine, televisión, música…Porque todavía hay gente que disfruta de esas cosas, pero gratis; gente que no se baja losgin-tonicsde internet porque todavía no es posible (aunque ya debe haber algún genio trabajando en esa dirección: si lo consigue, tendremos auténticos problemas, pues con las cosas de beber no se juega).

El hundimiento de Alta Films y sus salas Renoir es otra de esas noticias que le confirman a uno sus intuiciones apocalípticas. Solo se ve (levemente) tamizada por la próxima reapertura del Boliche de la Diagonal, fruto de la iniciativa privada (los 25 millones del Ayuntamiento de París para restaurar el mítico cine Louxor no son más que una chaladura francesa, ya se sabe).

DiceEnrique González Machoque TVE se está lavando las manos con respecto al cine de autor, aunque el PP no para de hablar de que hay que ser emprendedor. Que se lo cuenten aIsabel Coixet:se ha pagado su última película de su propio bolsillo y no ha conseguido que TVE se interese por ella (ni TV-3, por cierto). Parece que al PP (y a CiU) le gustan los emprendedores a fondo perdido.

Cine en el ordenador

Y algo habría que decir también del probo ciudadano que lo roba todo porque hay crisis o porque considera que el artista es un jeta que aspira a pasarse toda la vida comiendo de una idea que se le ocurrió un buen día. En el pecado está la penitencia, eso sí: ver cine en el ordenador, perder los matices de la música con el MP3, acumular libros suficientes para seis reencarnaciones que nunca serán leídos… Todo se lee, se ve y se escucha de cualquier manera. Y así vamos a seguir hasta que ya no quede nada que robar. ¡Feliz Sant Jordi!