Siempre nos quedará el FBI

Gianni Infantino, dirigiéndose al Congreso Extraordinario de la FIFA en Zúrich.

Gianni Infantino, dirigiéndose al Congreso Extraordinario de la FIFA en Zúrich. / AP

ALBERT GUASCH

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La evidencia del lodazal apareció, no el día del 2015 en que el FBI barrió un hotel de lujo de Zúrich y arrestó a siete altos directivos de la FIFA por corrupción. Ni siquiera cuando años antes los medios británicos y franceses empezaron a documentar sobornos que lubricaron muchas decisiones del organismo.

La constatación de que la FIFA se regía por códigos poco ejemplares fue palmario ya antes. Cuando sacaron el papelito con los nombres de Rusia y Qatar, países en que los tratos no acostumbran a brillar por su transparencia, ya solo quedaba encogerse de hombros y entender que sus dirigentes no rendían cuentas más que a sí mismos. Que la única ley a la que atendían era una no escrita y que se basaba en el intercambio de favores, a menudo equilibrados con billetes. A los ejecutivos de la FIFA les amparaba una potente sensación de impunidad.

La prensa hizo su trabajo de señalar el fango, pero hacía falta algo más que mirárselo con disgusto. Y allí apareció el FBI, que puso en marcha una operación de limpieza en colaboración con la policía suiza. Cayó hasta la fortaleza de Blatter. ¿Todo pulcro, honesto y feliz a partir de ahora?

No se lo cree ni Ben Affleck, quien parece que rodará una película sobre los negocios turbios de la FIFA a partir de la operación del FBI. Seguro, Gianni Infantino, el ganador a la presidencia, ha proclamado que empieza una nueva era más democrática, más íntegra, libre de corruptelas.

VOLUNTAD REGENERADORA

Le va a costar doblegar la desconfianza mundial. Infantino no reniega de Blatter –mal inicio--, pero al menos no es el jeque Salman de Bahrein, su principal rival y cuya voluntad regenedadora generaba más dudas que esperanzas. El Comité Ejecutivo, además, sigue integrado mayoritariamente por tipos que viven de esto desde hace décadas. La palabra poltrona se inventó para tipos como ellos.

Pese a todo lo que ha caído, estos directivos han seguido exhibiendo estos días en Zúrich un suntuoso ritmo de vida. Hoteles de lujo, limusinas, entornos nutridos de consejeros y lobistas… Su vida es así, de derechos adquiridos.

Ha contado el enviado especial del The Guardian que cada vez que sonaban las alarmas en Zúrich, todo el mundo levantaba la cabeza en caso de que fuera el FBI emprendiendo una nueva redada. Recordemos que la reelección de Blatter sirvió de marco para la operación que tanto ha inspirado a Ben Affleck.

No pasa nada. Si Infantino con su buena voluntad no logra quitar la losa de barro de la FIFA, si los ingentes cambios desde dentro no prosperan, siempre nos quedará el FBI.