¿Felipistas o felipismo?
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT Sáez
Zapaterosuperó ayer la tercera lección del curso derealpolitikque sigue desde que los mercados la tomaron con España. Pasó la prueba con nota. Se crispó menos queFelipe Gonzálezcuando su mentor en Suresnes,Nicolás Redondo, le montó la primera huelga general en 1988. Cuando una protesta como la de ayer no afecta a los transportes siempre se pasan apuros para crear atmósfera de huelga general a pesar de la respiración asistida que proporcionó la derecha mediática.
El presidente pasa el calvario del tijeretazo bajo el fuego amigo de los que le aconsejan que salga de la trinchera y pase página con un cambio de Gobierno que eleve a los supervivientes felipistas a puestos más destacados. La añoranza es un sentimiento tan humano como cualquier otro. Pero convendría no confundir el fondo con la forma.
Lo que necesitaZapateroes una buena dosis de felipismo y no un gran empacho de felipistas. El reto es recorrer en pocas semanas el camino que llevó aFelipedesde Suresnes hasta Maastricht pasando por el memorable 28º Congreso del PSOE, el referendo sobre la OTAN y aquel 14-D. Mucha distancia para el poco tiempo del que dispone.
Las esencias
El core businessdel felipismo fue aquel pragmatismo que le permitía conjugar los derechos sociales con el crecimiento económico, la quintaesencia del modelo europeo donde nos integró. Y también su capacidad dialéctica. Esas réplicas brillantes al cinismo con el que la derecha es capaz de apoyar la huelga de ayer contra unas medidas que reclamaba ansiosamente en los últimos meses con la misma desfachatez que pidió la abstención en la consulta de la OTAN.
SiZapaterose automedica con un poco de felipismo, quizá ya tendría suficientes felipistas manteniendo en sus puestos aSalgado, ChavesyRubalcaba. Otra cosa es que necesite inventarse un nuevo interlocutor con el PNV y CiU para sacar adelante los presupuestos con esta suerte de salvapatrias que una semana sacan a España de la ruina y la siguiente redimen a Euskadi o a Catalunya del yugo que ellos mismos sustentaron.
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