Un fascismo encubierto

En esta fase idiota del 'procés' existe el riesgo de que la frustración de los sectores radicales incremente la tensión o acaben en violencia

Cargos locales y dirigentes de la CUP, en un acto en favor de la desobediencia en el Fossar de les Moreres de Barcelona, hoy

Cargos locales y dirigentes de la CUP, en un acto en favor de la desobediencia en el Fossar de les Moreres de Barcelona, hoy / periodico

JOAQUIM COLL

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Otro día hablaré a fondo de la oportunidad que supone el manifiesto Koiné. Oportunidad para denunciar a aquellos a quienes el texto les ha contrariado, como reconocen abiertamente, en cuanto error táctico ("un tiro en el pie" para el movimiento separatista, concluyen desde el Govern). Pero en ningún momento por su contenido etnicista. Por fortuna, Koiné es solo la fantasía de un grupo de filólogos y escritores, pero también, y esto apenas se dice, el sueño cada vez menos inconfesable del nacionalismo. Recuerden esos reglamentos donde se pretendía prohibir a los funcionarios el uso del castellano y la obsesión de la Generalitat por excluir este idioma del espacio público. La notoriedad de algunos firmantes, como la 'exconsellera' de Ensenyament Irene Rigau o del teórico de la inmersión lingüística Joaquim Arenas, lo corrobora. Tiempo habrá para hablar de ello. Hoy es más urgente referirnos a otro inquietante síntoma en esta fase idiota del 'procés', la desobediencia institucional que preconizan los anticapitalistas.

"La propuesta de la CUP es más propia de un Estado fascista que de un Estado de derecho" o "la obediencia debida solo existe en las dictaduras". Así de contundentes se manifestaron David Miquel, portavoz del Sindicat de Policies de Catalunya, y Valentín Anadón, del sindicat de mossos SAP-UGT, en una larga entrevista en el programa Oracle de Catalunya Ràdio. Ante el asombro de los tertulianos ultranacionalistas, los lucidos dirigentes sindicales aclararon varias  cosas. Primero, que la policía no está para interpretar la ley, sino para cumplirla y hacerla cumplir. Dos, que no existe una doble legalidad que permita obedecer al supuesto "mandato democrático" del 27-S para desobedecer, sin proclamarlo abiertamente, la legalidad española. Es una lección de primero de derecho. Por eso, la desobediencia que plantea la CUP para que los funcionarios reciban órdenes directas del Govern, saltándose el ordenamiento constitucional, no es posible. La "obediencia debida" es una pretensión totalitaria, fascistoide, ante la cual, afortunadamente, los mossos sabrían muy bien qué hacer. Y el 'conseller' de Interior Jordi Jané no les ordenará desobedecer a la Audiencia Nacional, entre otras cosas porque "no me harían caso", le ha hecho saber a una CUP decidida a promover el martirologio de sus ediles locales.

En esta fase idiota del 'procés', en  la que JxSí se ve obligado por las presiones de los anticapitalistas a ratificar la resolución del 9-N, pero sin traspasar la línea roja de la desobediencia explícita, existe el riesgo de que la frustración de los sectores radicales incremente la tensión o acabe en violencia. Se buscará señalar a los enemigos de Catalunya, como ya se hace en algunos libros. Digámoslo claro: bajo la gastada retórica antifranquista de algunos, late un fascismo encubierto.