El segundo sexo

Fama antropófaga

El talento creador no sirvió a Amy Winehouse para prevenir los efectos nocivos de darlo a conocer

NAJAT EL HACHMI

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Ser una persona vulnerable conlleva un riesgo vital. Nacer en una familia cuyos integrantes no asumen las funciones que les tocan es un riesgo vital. Ser extremadamente sensible es un riesgo vital. Tener un talento fuera de lo común puede convertirse en un riesgo vital. Que ese talento sea completamente excepcional en una generación concreta es, por supuesto, un riesgo vital. Que ese talento catapulte a alguien hacia la fama dentro de un mundo lleno de buitres voraces acostumbrados a explotar las capacidades extraordinarias, la juventud, la fuerza y la belleza de otros es, sin lugar a dudas, un gran riesgo vital. Todo esto explica el final de la malograda Amy Winehouse.

Al principio del documental sobre su vida oímos la voz de su madre sobre las imágenes de la cantante en fase adolescente, casi niña. La progenitora de la artista desaparecida explica que, de pequeña, Amy era un huracán y que ella se sentía del todo incapaz de ponerle freno alguno. Pero los niños a menudo saben lo que les conviene más allá de lo que quieren, y por eso es Amy misma quien le dice a su madre: «No puedes dejarme hacer siempre lo que yo quiera, no puede ser que siempre haga lo que quiera, me has de limitar, me has de decir lo que no debo hacer».

La cinta de Asif Kapadia no es sentimental ni busca la lágrima fácil, porque en ella prevalece lo que más caracterizaba a la Winehouse, la vitalidad. Pero es un filme implacable con todos los que contribuyeron a su muerte prematura. En el documental queda claro que todas las piezas que podían fallar en la vida de la cantante fallaron. La madre, por lo que se desprende de la película, fue alguien que claudicó por completo de sus funciones como adulta, que no supo ni proteger ni dar ninguna seguridad a su hija. No sabemos si porque estaba deprimida, que es la causa más frecuente de este tipo de abandono, o por carácter. El padre fue un padre ausente que ya no tenía mucha presencia en el día a día de la niña Amy y que después las abandonaría. Pero mira por dónde reapareció con fuerza cuando la cantante se vio catapultada a la fama. Él no fue responsable de las adicciones de su hija, pero sí parece que no hizo prácticamente nada para ayudarla. En la canción Rehab, de hecho, la letra ya deja claro que la cantante contó con la aprobación de su padre cuando decidió no someterse al tratamiento de desintoxicación.

Personaje tóxico

Si hay un personaje tóxico en el filme, sin embargo, es sin duda el marido. Un auténtico vampiro que la llevó a engancharse a varias sustancias y la fue conduciendo hacia el precipicio. Pero viendo el documental también queda bien patente cómo la misma industria y los medios contribuyeron de manera muy significativa a que la cantante se fuera acercando a su desgraciado final. La fama la fue devorando literalmente. Ella misma dice al principio, cuando aún no la conoce nadie y le preguntan cómo cree que será de famosa: «No creo que llegue a ser nada famosa, y si eso ocurriera no lo soportaría, no lo podría soportar». Tal cual sucedió, pero su testimonio nos debería hacer pensar a todos en qué consiste eso de la fama y por qué ha acabado siendo tan dañina para tantos artistas. La fama no es algo abstracto fuera de nosotros, la fama tiene elementos reconocibles que son en gran medida también responsables del desgraciado final de la de la voz profunda. ¿Por qué cuando nos gusta mucho alguien, cuando admiramos el talento de alguien, tenemos esta necesidad de conocer sus intimidades, de verle fuera de los escenarios, de entrar en su vida privada? ¿Por qué debemos poseer aunque sea un pedazo de ese personaje haciéndonos fotos con él, tocándolo, acercándonos a él? El fenómeno fan tiene algo de carnívoro, de hecho. Y lo peor de todo, que queda perfectamente plasmado en el documental, es con qué facilidad pasamos de la admiración al odio absoluto, a pedir que se lance el artista a los leones. En uno de los momentos más duros del filme, Amy está completamente alcoholizada pero debe hacer un concierto y no se puede dejar perder el dinero que está en juego, por eso incluso borracha la meten en un avión y la hacen subir al escenario. Es incapaz de cantar y la reacción del público no es de compasión hacia la mujer que tanto admiran, todo lo contrario.

El papel de los medios también merece un análisis. Cuando la Winehouse aparece públicamente afectada por su enfermedad, la actitud de muchos periodistas y personajes públicos es deplorable. La mofa era generalizada y a nadie le pasó por la cabeza que aquello podía perjudicar a una persona con la sensibilidad de Amy. Quedarán para la vergüenza colectiva los chistes que se hicieron de ella antes de que muriera.

Lo trágico en este caso es que el talento, el genio creador de una mujer que escribía poesía para digerir el mundo que la rodeaba y las cosas que le pasaban, no le sirvieron para prevenir los efectos nocivos de dar a conocer al mundo ese mismo talento. Y es que la creación sirve para digerir, no para protegernos de lo que está por venir.