Las mayorias políticas

Faltan votos

Tanto a Rajoy como al independentismo catalán les faltan votos para alcanzar sus objetivos

Mariano Rajoy, de visita en un secadero de jamón en A Cañiza (Pontevedra).

Mariano Rajoy, de visita en un secadero de jamón en A Cañiza (Pontevedra). / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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No faltan muchos votos, ni para desencallar la legislatura española, ni para que el independentismo llegue a la famosa cota del 50,1%. No son muchos, pero según como pueden ser demasiados, un muro infranqueable.

Rajoy le faltaban media docena, si contamos los que necesitaría en el Congreso para ser investido. La situación no se le vuelve precisamente de cara, con la acumulación de escándalos que ha culminado, por ahora, en la apoteosis del silencio encubridor de Bárcenas, el enchufe del ex ministro Soria, la escapatoria de Matas y la traca final de Rita Barberá, que explota a la cara del amigo y protector que la blindó. Si la previsión general marcaba que, en caso de terceras elecciones, se produciría una devolución de votos de C’s al PP, ahora las perspectivas no son las mismas. Si se agotan los plazos y no aparecen los votos del PNV, Rajoy se tendría que presentar no tan sólo con el estigma de la corrupción galopante sino con otro que cobrará fuerza: haber ganado dos veces y haber provocado el fracaso de dos legislaturas por su inveterada y reiterada incapacidad de pacto. Al paso que vamos, tal vez las terceras elecciones, en vez de favorecer el PP, beneficiarán al PSOE, que además de recibir votos de Podemos, puede cosechar algo en el centro-derecha. ¿Cuando exigirá Pedro Sánchez que Rajoy se retire de la escena?

CAMPEÓN DE LA CORRUPCIÓN 

El PP es el campeón de la corrupción y Rajoy el dirigente político más rígido, el más inflexible, el peor negociador y el más impositivo. También el que exhibe menos escrúpulos a la hora de someter un país a un estrés electoral y un bloqueo político que ya empieza a tener repercusiones negativas en el crecimiento y en la mejora de las cifras de paro. España ha pasado en pocos años de la admiración universal a merecer una valoración negativa y ser ignorada en la escena internacional, empezando por la europea. Gracias, PP. Gracias, Rajoy.

El soberanismo catalán no es el primer problema de España, sino que deriva de la imparable concentración de más y más poder a manos de unas élites que se enriquecen con el incremento de la desigualdad. Unas élites que han heredado la alergia secular al pacto y se alimentan de una idea monolítica del poder. Unas élites que saben someter pero no integrar y que, ahora que se ven cuestionadas, tienen por objetivo perdurar no en base a reformarse sino de tapar fisuras. La mayoría de españoles lo aceptan o se resignan. La inmensa mayoría de catalanes rechazan esta España.

CIFRA MÁGICA, CIFRA MALDITA

Pero si en el Congreso faltan votos para perpetuar un régimen que, por desgracia, empieza a tener una mala salud de hierro, al independentismo catalán, por mucho que salga en masa a la calle una vez al año y exhiba estelades en el Camp Nou, le faltan votos para superar el 50%. Faltaron el 9-N. El 27-S se confirmó que faltaban. Faltaron en Quebec y en Escocia. La cifra mágica puede ser una cifra maldita. Aún así, el independentismo político y social opera como si a la próxima tuviera la mayoría poco menos que asegurada.

La hoja de ruta zigzaguea por los pasillos de su laberinto, y parece más bien dedicada a asustar indecisos que a convencerlos. La idea del referéndum, que no ha dejado de estar presente pero ahora vuelve al primer plano, es la que suscita más consenso y apoyo social. Aún así, es imposible que se llegue a celebrar en los próximos meses con las garantías y el efecto vinculante demandado, con razón, por el president Puigdemont. Para que así fuera, debería ser acordado o como mínimo conseguir que fuera tolerado por el Estado, y ya sabemos que más de las dos terceras partes del Congreso se oponen a ello. Incluso así, desde la óptica independentista presenta una doble utilidad. Atraer a podemitas y comunes, y evidenciar una vez más la falta de disposición y diálogo de Madrid. El regreso del referéndum es un movimiento preparatorio de cara a unas elecciones de carácter plebiscitario que, para no repetir nombres, se podrán llamar constituyentes pero que serán convocadas bajo el paraguas de autonómicas, que es y será el legal.

UN ESCENARIO QUE SE OCULTA

Si el 2017 tampoco se sobrepasa el 50%, continuaremos encallados. Unos años más de proceso constituyente para volverlo a intentar antes del 2020. En cambio, si el listón se supera, habrá que abrir un periodo de negociación con el estado. La carta de la mayoría independentista es la única capaz de abrir puertas, desbloquear Catalunya y tal vez de paso conseguir que España se parezca un poco al Canadá. La presión internacional sobre Madrid sería enorme. Si consiguiera una contraoferta en forma de estado propio, se votara en referéndum y se aprobara, el soberanismo habría conseguido su objetivo primordial, que no es la independencia sino el cambio de estatus con pleno autogobierno. La lástima es que este escenario se oculta, y esta ocultación es el factor principal para que continúen faltando votos.