Análisis

Faltan medios y política de asilo compartida

Resulta fundamental sofocar los conflictos bélicos en África y Oriente Próximo

XAVIER RIUS

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Mientras Jordania, Líbano, Turquía e Irak acogen a más de tres millones de refugiados sirios, la Unión Europea (UE) acoge a menos de 100.000. Este es un dato que deberían tener presente los ministros de Exteriores e Interior de la UE, que ayer se reunieron en Luxemburgo, a la hora de acordar medidas para afrontar la tragedia que se da en el Mediterráneo. Ciertamente han coincidido en el tiempo diversos conflictos y coyunturas que han multiplicado la magnitud de desastre: la guerra de Siria, la huida por hambre y conflictos de población de Eritrea, Etiopía y Somalia, donde actúa la milicia islamista de Al-Shabaab; la necesidad de abandonar Libia de aquellos cientos de miles de trabajadores inmigrantes que estaban allí con Gadafi y creyeron que tras el cambio de régimen podrían seguir ganándose la vida; y los que huyen de otras zonas de conflicto dominadas por grupos islamistas como Mali o Nigeria. Los que se suben a las barcazas originarios de Senegal o Gambia, antes mayoritarios de la inmigración subsahariana que venía a Europa, son ya una minoría.

El caos y guerra civil de Libia han facilitado el surgimiento de amplias redes que han convertido la destartalada flota pesquera en una ruta de salida para cientos de miles de personas y un modo de enriquecimiento rápido para quienes aportan sus barcas. Desde Occidente se califica de mafias y traficantes a todos los que aprovechan esta coyuntura para trasladar a miles de desesperados hacia Italia y Malta. Pero responsabilizar solo de la situación a los que controlan las rutas sería como culpar a los que, de manera honrada o engañosa, pasaban fugitivos del nazismo por los Pirineos hace siete décadas. Es una actitud autista relacionar las imágenes del último vídeo del Daesh ejecutando en Libia a un grupo de cristianos etíopes o las matanzas de las milicias de Al-Shabaab en Etiopía con lo que ocurre estos días en el mar Mediterráneo, sin ofrecer alternativas a quienes padecen dicha violencia.

Italia, Grecia y Malta exigen la implicación de la Unión Europea no solo a la hora de aportar más medios para los rescates, sino también para acoger en toda la UE a los que llegan. El pasado noviembre Bruselas dio por concluida la operación Mare Nostrum dejando a Italia sin los barcos y helicópteros necesarios, lo que dio paso a la operación Tritón, que carecía de buques para hacer salvamentos en alta mar. Hay quien dice que si Europa facilita el rescate a las barcas que zozobran a pocas millas de Libia, generarán un pernicioso efecto llamada.

Ciertamente hay que estabilizar la situación de Libia para que acabar con el caos que favorece estas salidas. También hay que trabajar para sofocar los conflictos que vive el Oriente Próximo y África, vinculados algunos con el yihadismo más radical. Pero mientras las soluciones a todo ello son complejas y escapan de la responsabilidad exclusiva de Europa, hay algo que solamente compete a Europa: proporcionar más medios a Italia, Grecia y Malta, y aplicar una política de asilo que comprometa a todos y que esté a la altura de las trágicas circunstancias que vivimos en la actualidad.