Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

LUCÍA ETXEBARRIA

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Falsos conceptos sobre rehacer la vida

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Estando en la peluquería hojeé una de esas revistas del corazón que nunca compro. Y allí estaba ella. La cámara le había pillado saliendo de un restaurante de la mano de su nuevo novio. 

'Menganita ha rehecho su vida', rezaba el titular. 

Hay dos cosas que yo sabía y que las lectoras habituales de esa revista no saben. Una, que el novio no tiene nada de nuevo. Que ya estaba ahí cuando la relación con el marido hacía aguas. Digamos que era el amante suplente, sentado en el banquillo esperando salir al campo cuando el titular no diera más de sí.

La segunda es que Menganita no ha rehecho nada. Su vida estaría igual de hecha sin pareja. Pero Menganita no lo sabe. Ella cree que su vida se hace o se deshace en función de las parejas que tenga. Nunca ha estado sola, ni sabe estarlo.

Menganita es una adicta. Y conforme el adicto se vuelve cada vez más dependiente de su adicción, también se hace más dependiente de sus parejas. Porque su principal preocupación es satisfacer su adicción, y no sabe ocuparse de cosas básicas, de los mil y medio problemas de la vida diaria. Menganita tiene asistenta, baby sitter, estilista, dietista, representante, gestor. Ella no controla su vida, la controlan otros. El nuevo novio, tal y como hizo el antiguo, será probablemente el que decida donde viajan este fines de semana, el que sacará los billetes de avión, el que alquilará el coche en el destino y el que conducirá. Cuando Menganita le dice eso de «te necesito», no sé si él imagina que esa necesidad es literal. 

Cuando estás con un adicto, y lo sé porque he estado con uno, la dependencia que él siente hacia ti te hace pensar que él te necesita, y por tanto, que te ama. De ese modo, tú crees que satisfaces una necesidad de conexión, intimidad y atención. 

Pero la dependencia no es amor, es solo un falso sustituto que resulta destructivo para ambos. Porque hace que la situación se mantenga, que el adicto siga siendo adicto y te siga necesitando. A su vez, tú sigues necesitando de su adicción, de su necesidad de ti. 

Codependiente es aquella persona que se dedica a cuidar y a 'salvar' a la persona con adicción. La que se involucra en las situaciones y problemas del adicto y llega a adquirir características y conductas tan anormales como las del propio adicto. El codependiente puede llegar a perder el control de su propia vida y de sus límites. 

La dependencia no es amor, es solo un engañoso sustituto, que resulta destructivo para los dos 

Las personas codependientes sacrifican sus necesidades para atender primero las del adicto. Minimizan aspectos problemáticos de su pareja y de la relación. Invierten toda su energía en el adicto. Se implican hasta el punto de vivir por y para él. Y así, creen que aman.

El adicto lo es porque tiene un codependiente que le permite serlo. En el caso de Menganita, cada uno de sus novios se ha comportado como un padre. Y así Menganita, a sus casi 40 años, es como una niña. No sabe hacerse una cama, o freírse un huevo. Depende exageradamente de los otros. Ni siquiera elige los papeles que interpreta: lo hace su representante.

Los codependientes no pueden darse cuenta de que ayudan al adicto a seguir siéndolo, en parte por la negación del problema y en parte porque están convencidos que su conducta es puro amor.

Si hablamos de adictos inmediatamente se nos viene a la cabeza un yonqui demacrado, en los huesos y sin dientes. No una actriz de prestigio con una melena lustrosa, una sonrisa deslumbrante y un cuerpo sano y torneado en el gimnasio. No pensaríais en adicción al ver a Menganita.

Pero Menganita es adicta a su móvil, a chequear su perfil de Instagram al trabajo, a la aprobación ajena, a las pastillas para dormir, a las compras compulsivas... Compra, por ejemplo, zapatos y zapatos por Amazon que nunca se pone, porque a veces ni siquiera abre los paquetes. 

Lo triste es que Menganita tiene una legión de seguidoras que la imitan, que también consumen desaforadamente, que también creen que una mujer sola no puede ser feliz. Muchas mujeres que también llevan vidas deshechas. Pero que nunca se han hecho las preguntas adecuadas.

Pero vivimos en una sociedad adictiva y Menganita es una de tantas consumistas obsesivas que se entregan recurrentemente a actividades compulsivas para apagar una sed: una necesidad insaciable que va desde el mundo exterior al interior. Un descontento con la propia piel. 

Por eso Menganita nunca se ve lo suficientemente guapa, ni lo suficientemente delgada.