La rueda

El falso caso del hotel del Palau

Se quiso ensombrecer el urbanismo barcelonés y el resultado ha sido el gozo de Millet y Montull

JORDI MERCADER

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El fiscal del caso del hotel del Palau ha conseguido una cosa que parecía imposible: hacer de Millet y Montull dos inocentes. Y no lo son, porque son delincuentes confesos en su larga trayectoria como expoliadores del Palau de la Música. La sentencia del Supremo, que declara que en la causa abierta por el proyecto del hotel no había delito en los hechos denunciados, confirma la sospecha inicial: el proceso no ha sido más que una torna política del gigantesco sumario del Palau, un intento de ampliar el abanico ideológico de los afectados (básicamente CDC) penalizando el urbanismo municipal.

La sentencia describe la construcción de un caso basado, según el tribunal, en un inexistente tráfico de influencias, mantenido vivo durante seis años por la fiscalía a partir de una denuncia asesorada por el abogado Jaume Asens antes de ser teniente de alcalde. Sentando en el banquillo a la cúpula de Urbanismo (García-Bragado, Massaguer y Lambies) se ensombrecía jurídica y políticamente la transformación urbana de Barcelona bajo los mandatos de Maragall, Clos y Hereu. El tiro ha salido por la culata, con el efecto colateral de dar una alegría a Millet y Montull y, de paso, dañar la credibilidad de la persecución de los verdaderos corruptos.

La justicia es muy lenta; los juicios paralelos, muy rápidos, y las penas mediáticas, irreparables. ¿Cómo se compensa a las víctimas de un proceso infundado? Y no solo por las falsas acusaciones a su integridad profesional y política, también por los insultos a ellos y sus familias por parte de ciudadanos de gatillo fácil y frívolo. El mecanismo social de reparación de la honorabilidad de los tres dirigentes municipales está por inventar. El ayuntamiento lo tiene más sencillo: ¿se felicitará públicamente la alcaldesa por la sentencia que deja intacto el prestigio jurídico del urbanismo barcelonés y el de sus gestores?