Dos miradas

Facebook, buenos días

EMMA RIVEROLA

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Las ocho de la mañana. Prendes el ordenador y, antes de atacar el trabajo, abres el Facebook. Un amigo acaba publicar una noticia. La comentas. Al diálogo se suma un desconocido. Otro. Y cruzas un par de frases más con seis personas que nunca has visto. ¿Hasta qué punto pertenecer al mayor club social de la humanidad ha cambiado nuestras vidas?

Las redes sociales han permitido desarrollar relaciones reales sin vernos ni tocarnos. Compartir emociones e información sin la obligación de un compromiso. Sin posesiones ni dependencias. Descubrir cómo razona, siente y se expresa gente situada en las antípodas geográficas e ideológicas. Con esa extraña confianza que da la distancia. ¿Nos ha vuelto Facebook más sensibles, más abiertos o más sabios? Probablemente, no. Pero en un tiempo en que lo colectivo parece cotizar a la baja, demuestra nuestra necesidad de sentirnos parte de un grupo, acompañados en las fobias y en las filias. Las sandeces cotidianas y las reflexiones más profundas se pasean con igual desnudez en esta nueva ágora. Y, en ella, ya empiezan a vislumbrase pequeños, aún minúsculos, líderes. Más vecinales que de masas. Más anécdota que categoría. Pero que abren la puerta a elucubrar sobre la posibilidad de que, algún día, ese magma se organice y se canalice formando nuevas estructuras de poder. Está por ver si nos hará más libres o más esclavos.