EL MACHISMO EN LA SOCIEDAD

La extinción de 'las manadas' es responsabilidad de todos

Pretendemos lograr que los jóvenes vivan su sexualidad de manera sana, pero dejamos la educación sexual en manos de la pornografía

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Berta Aznar

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Este artículo lo escribo todavía indignada desde que se hizo pública la sentencia del juicio de 'la Manada'. He leído a varias compañeras que explican de manera muy bien fundamentada por qué la tipificación del delito como abuso y no como agresión sexual es inadecuada, así que no hablaré ni de la justicia patriarcal ni de la interpretación machista de los hechos por parte de los magistrados.

Me gustaría reflexionar sobre el rol de la ciudadanía frente al profundo problema al que nos enfrentamos. La historia que nos atañe, esta vez, la conocemos de sobras y narrada de forma aséptica sería la siguiente: cinco hombres abusan sin su consentimiento de una chica de 18 años en un portal penetrándola vaginal, oral y analmente. Cuando ellos finalizan, uno le roba el móvil y la abandonan en el portal para seguir la noche de fiesta. Mientras dura el acto, graban el (des)encuentro sexual en vídeo para luego compartirlo con sus camaradas y jactarse de ello. En este mismo chat en el que hay 16 hombres más, se habían planificado estos abusos de manera previa.

Mucha gente se echa las manos a la cabeza diciendo no entender nada: ¡¿cómo es posible que unos chavales sevillanos, con trabajo y pareja hagan algo tan terrible?! A las feministas, aunque nos horripila y estremece lo que ha sucedido, nos parece una manifestación más del machismo y la misoginia que campa a sus anchas en la sociedad.

Las escenas sexuales que visualiza la juventud muestran una sexualidad femenina supeditada al hombre

Los mensajes que niñas, niños, adolescentes y jóvenes reciben desde los diversos medios de comunicación e instituciones son sexistas. Estos mensajes fomentan en ellos la dominación y una sexualidad depredadora y en ellas la sumisión a los deseos masculinos y su hipersexualización para agradar y ser valoradas. La mayoría de películas y series normalizan estos comportamientos, a veces caricaturizándolos pero jamás desde la crítica, conduciendo a la reflexión final entre risas de "¡hay que ver cómo son los hombres!". Los libros que leen los y las adolescentes se basan en estos mismos estereotipos del "chico malo" que trata a las mujeres como cromos coleccionables y les resulta tremendamente atractivo.

La mayoría de padres y madres remarcan a sus hijos que a las mujeres hay que respetarlas. Pero lo que estos ven en su día a día dista mucho de este respeto que 'de boquilla' claman sus progenitores. Es fácil que muchos de estos niños oigan a sus padres hacer bromas sobre lo sexualmente atrayente que es la vecina de 17 años o sobre los excitantes pechos de la madre de Menganito. ¡¿Pero en qué quedamos, señores?!

Queremos hacer llegar a los jóvenes el mensaje de que no está bien abusar de las mujeres, que el sexo entre dos personas debe centrarse en el placer de ambos, pero cada día se encuentran con propaganda de prostitución en la que se deja claro que si uno tiene dinero puede usar a una mujer a su antojo durante un rato. Las niñas y los niños están expuestos a la prostitución desde muy pequeños y acaban normalizando su existencia.

Pretendemos lograr que los adolescentes adquieran consciencia de su sexualidad y puedan vivirla de manera sana y plena, pero dejamos la educación sexual en manos de la pornografía que es cada vez más violenta. Las escenas sexuales que visualiza la juventud muestran una sexualidad femenina totalmente supeditada al hombre. El placer y el deseo de ellas no importa, solo su disponibilidad y cuanto más humillante es el acto que tienen que realizar, más excita a los hombres que participan en la relación sexual. Así aprenden hoy en día lo que es el sexo los más jóvenes.

En España se denuncia una violación cada 8 horas y los expertos aseguran que solo se denuncia un pequeño porcentaje; no es de extrañar a la luz de la pena irrisoria que se aplica a aquellos que agreden a las mujeres y de la revictimización de las denunciantes en el proceso judicial.

La revisión del código penal y la formación en perspectiva de género del personal de justicia son medidas necesarias, pero no suficientes. Hay que promover cambios de raíz que nos incumben a todos en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones personales y en la educación de niñas y niños. Entre estos cambios urge incluir en las escuelas siempre la coeducación y la educación emocional y sexual, requerir a los medios que eviten la cosificación e hipersexualización femenina y crear literatura y cine alejados de estereotipos de género.  

Una política progresista y feminista es básica para impulsar estos cambios. La implicación de todos los agentes socializadores es la única manera de crear una sociedad más igualitaria y evitar que se repitan situaciones tan terribles como esta.