Eva Serra y la horizontalidad

Ni Ferrater Mora ni Vicens Vives esgrimen el concepto clave para entender a los catalanes. No se trata de 'seny' y 'rauxa', inseparables como el yin del yang, sino de la pugna entre sociedad vertical y horizontal. El pactismo, siempre de puertas adentro, en busca del equilibrio entre los diversos estamentos sociales, constituye buena muestra. También los remensas, el bandolerismo, los segadores y las eternas luchas entre facciones. En las sociedades verticales, casi todas, unos a mamar y el resto a chuparse el dedo.

Visto así, el Noucentisme es el primer gran intento, por supuesto que fracasado, de imponer la verticalidad sobre el muy ilusionado y conflictivo Modernisme, que se apresuraron a demoler con indigna virulencia. En los últimos años hemos visto como el segundo periodo vertical, de larga duración ya que va del primer franquismo al último pujolismo, se derrumbó con las victorias electorales de independentistas y Comunes.

Esta idea matriz  interpretativa anida, al menos en mi mollera, a partir de las investigaciones de la eximia Eva Serra, fallecida el pasado 3 de julio. Sobre todo de sus estudios sobre las constituciones de antes de 1714, ejemplos de voluntad de ordenación de la vida social, lejos del sometimiento al poder real.

A pesar de los catalanes, el mundo se vuelve a verticalizar. A favor de la humanidad, la familia se torna horizontal. Por desgracia nuestra, los catalanes hemos derribado la verticalidad cultural. Por eso Eva Serra no ha sido reconocida como merecía. No por el ideario sino por la misma conspiración de mediocres que desprecian, porque es excelente, la filosofía matérica de Mercè Rius y elevan a quienes degradan la filosofía convirtiéndola en palabrería.

Los mismos que pasarán por la Joan Prats sin reconocer el talento ni querer saber nada de la proyección internacional de Josep Lluís Mateo, el arquitecto esencial de la piel y el esqueleto de los edificios.