Editorial

La Europa de los muros

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Más y más muros se alzan en una Europa cuya razón de ser era precisamente la de derribar barreras. A las vallas levantadas por Hungría en sus fronteras con Serbia y Croacia, a la que hay en construcción entre Bulgaria y Turquía, y a los bloqueos para cruzar de este país a Grecia, ahora se suma la verja que Austria, otro país europeo, se dispone a levantar en su frontera con Eslovenia. También este último país amenaza con hacer algo similar en su límite con Croacia, lo mismo que advierten Serbia, Rumanía y Bulgaria.

Mientras, la UE sigue demostrando su incapacidad para gestionar una crisis de las dimensiones logísticas, pero antes que nada humanas, que tiene la de los refugiados. Pero llegados a este punto, acusar a la UE resulta inadecuado. Son los estados los que incumplen desde los principios de humanidad más elementales hasta los acuerdos alcanzados por ellos mismos en sede comunitaria. Se han necesitado varias cumbres europeas desde que empezaron a llegar a Europa refugiados principalmente de Siria, y el resultado en todos los casos ha sido lo más parecido al parto de los montes. Y aún peor, ni siquiera se ha respetado al ratón parido. Por si fuera poco, algunos países con relaciones amistosas andan ahora a la greña, como es el caso de Alemania y Austria. Los miembros de la Unión podrán levantar barreras, pero a falta de soluciones hasta ahora inexistentes sobre el terreno, el flujo no se detendrá y se abrirán nuevas vías.