LA CLAVE

La Europa del bien común

El Cercle da voz a la nueva economía, desde Cabify hasta los partidarios de una reforma a fondo del capitalismo

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ALBERT SÁEZ

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El Cercle d'Economia nació en plena dictadura franquista con un objetivo: integrar a Catalunya y a España en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea, la actual UE. Empresarios con mentalidad que hoy diríamos disruptiva, directivos con vocación de líderes y académicos comprometidos se unieron para forjar una extraña alianza que rápidamente entendió que la entrada en Europa era imposible si primero España no era una democracia. Y se pusieron manos a la obra. A mediados de los 80, habían logrado sus dos propósitos fundacionales pero se reinventaron. Fueron los adalides de la economía social de mercado y de la necesidad de construir una economía abierta a pesar de que algunos eran herederos de fortunas levantadas sobre el proteccionismo y los aranceles. Fueron avanzados a su época. Y por eso se mantienen jóvenes. Este viernes se podía ver en los pasillos del Meliá de Sitges a uno de los fundadores del Cercle, Joan Mas Cantí. A los 87 años su mirada estaba tan atónita como interesada en el nuevo mundo que desfiló este año en las jornadas del Cercle: AirBnbFacebook o Cabify disertaron en el mismo escenario que El Corte InglésCaixabank o Unilever. El Cercle vuelve a entrelazar lo mejor de la tradición empresarial catalana, que no es todo pero es mucho, con los elementos más emergentes de la economía local y, hoy, global. 

Entre todos los ponentes, dos quedaron grabados en la mente de los socios del Cercle: Paul Polman, el CEO de Unilever, y el premio Nobel Jean Tirole, presidente de la Toulousse School of Economics (TSE). El primero les dejó claro que la responsabilidad social corporativa no puede ser un simple adorno sino que forma parte del 'core bussiness'. Y Tirole les recordó que dejar de lado a los perdedores de la globalización fortalece los populismos que luego se quieren cargar la Europa social y de mercado. Dos intervenciones muy en la línea de la última nota de opinión del Cercle en la que pedían a los políticos lo mismo que los conferenciantes exigieron a los empresarios. 

En estas jornadas del Cercle han irrumpido definitivamente los grandes vocablos de la nueva economía: "bien común", "consumo colaborativo", "compartir",... Palabras que en los oídos de los más conservadores suenan tan raras como debían sonar a principios de los años 60 términos como "mercado único", "libre circulación de las personas y las mercancías" o "federalismo europeo". Oyendo las distintas intervenciones queda claro, como dijo el exministro Josep Piqué en una introducción que fue una ponencia, que Europa tiene una oportunidad tras las elecciones alemanas de enero: "back to the basics" frente al auge del nacionalismo anglosajón y la proliferación de gobiernos que defienden el mercado al margen de la democracia. Eso que en en el siglo XX fue el modelo social europeo debe transmutar en el siglo XXI en la Europa del bien común: crecimiento de base tecnológica que fortalezca la cohesión social. Regular lo imprescindible y fiscalizar lo improductivo. El Cercle vuelve a los orígenes. O sea, al futuro