La Casa Blanca desata una crisis
Europa debe responder a Trump
El veto a la entrada de musulmanes en EEUU es una medida racista, no una medida de seguridad
Sonia Andolz
Profesora asociada de la Universitat de Barcelona.
SONIA ANDOLZ
El 27 de enero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó una orden ejecutiva que cancelaba temporalmente toda entrada en el país de ciudadanos de siete estados de mayoría musulmana. El decreto entró en funcionamiento el mismo día, provocando un caos administrativo y logístico en los aeropuertos internacionales norteamericanos, una oleada de reacciones y condenas diplomáticas y la movilización de grandes sectores de la población norteamericana, que se concentraba para mostrar su rechazo.
PAÍSES "PROCLIVES AL TERROR"
A pesar de que Trump había repetido en su campaña electoral que promovería políticas migratorias más restrictivas, poco apuntaba a que la medida sería esta. Desde el pasado viernes, los ciudadanos de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen tienen prohibida la entrada en territorio norteamericano durante 90 días. Además, se suspende la aceptación de solicitantes de asilo durante 120 días y la aceptación de refugiados sirios de forma indefinida. Trump defiende la orden en base a la seguridad nacional y justifica que son países «proclives al terror». En realidad, esta orden poco tiene que ver con la seguridad nacional de EEUU.
INTERESES DE LA FAMILIA TRUMP
En primer lugar, cabe preguntarse por qué estos países en concreto. En los atentados del 11-S, 18 de los 19 atacantes eran de origen saudí o egipcio, y todos los ataques terroristas producidos después en suelo estadounidense han sido perpetrados por ciudadanos nacionales. La inclusión de otros países en la orden no la haría más lógica ni menos repugnante, pero es preciso destacar la no inclusión, puesto que en esos países (Arabia Saudí, Egipto y Turquía, por ejemplo), la familia Trump tiene o ha tenido intereses comerciales, como apunta The New York Times. Por tanto, la elección de los países no se ha hecho en base a informes o datos de inteligencia.
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En segundo lugar, tanto los analistas como los altos mandos del Ejército norteamericano y los servicios de inteligencia han definido este decreto como «contraproducente» o incluso «el mejor regalo para la propaganda de Estado Islámico». La escuela realista apunta que esta prohibición puede generar odio, venganza y represalias hacia todo lo norteamericano. En efecto, esta decisión tan arbitraria y xenófoba dará alas a los reclutadores y a aquellos elementos que ya estén en proceso de radicalización, pero este argumento sigue destilando racismo puesto que presupone que las poblaciones musulmanas son propensas a radicalizarse cuando se sienten bajo presión. No cabe argumentar que es por motivos de seguridad nacional, puesto que la medida provoca mucho más perjuicio, incluso a los intereses norteamericanos, que beneficio. Fuera de sus fronteras, los daños se multiplican aún más. El caso más visible son los traductores del Ejército norteamericano de las misiones internacionales. Son varias las campañas de veteranos de guerra norteamericanos reclamando visados para esos traductores. Con la orden de Trump, los iraquís quedan excluidos automáticamente. Además, la cancelación de aceptación de solicitantes de asilo y de refugiados sirios lleva a EEUU a violar el Derecho Internacional. Como país firmante de los tratados internacionales en la materia, EEUU tiene la obligación de permitir la llegada a sus fronteras. Angela Merkel, cuyo país es probablemente el único de la UE que cumple con sus obligaciones en este ámbito, ha manifestado su insatisfacción por el decreto de Trump. Finalmente, la no aceptación de ninguna persona procedente de Siria traslada más peso a los aliados norteamericanos en la zona (Jordania, Turquía o Egipto), dejándolos en peor posición respecto de sus opiniones públicas.
VALORES COMUNES DE COOPERACIÓN
Por tanto, aun aceptando la soberanía nacional en la gestión de las fronteras y los principios de autonomía y no injerencia de los estados, la decisión de Trump debería provocar ciertas reacciones en Europa. Los norteamericanos han votado a su presidente dentro de un ejercicio de democracia y soberanía. Ahora bien, dado el rol hegemónico de EEUU en muchos ámbitos, que acaba afectando más allá de sus fronteras, estamos legitimados para opinar y actuar.
Debemos exigir el cumplimiento del Derecho Internacional: en EEUU y en la UE. La de Trump no es una medida de seguridad nacional, es una medida racista. Si el sistema político mundial y las normas por las que queremos regirnos están a menudo marcadas por Washington, quizá es momento de preguntarse si queremos que sea así. Europa debe recuperar los principios que la fundaron y trabajar con otras regiones del mundo en favor de un sistema más justo, basado en principios y valores comunes de cooperación.
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