El héroe que tenía que ser y no lo fue

Ronaldo festeja el gol de Eder a Francia.

Ronaldo festeja el gol de Eder a Francia. / periodico

DAVID TORRAS

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Ningún portugués podía imaginar ganar el primer título de su historia sin Cristiano. Y el primero él. Pero el fútbol tiene a menudo estos guiños y un día le da por la justicia poética y al siguiente por hacer llorar a quien menos lo merece, como hizo con Messi no hace tanto. Cristiano lloró dos veces y, entre las primeras y las últimas lágrimas, se escribió una historia de grandes emociones .

Un drama, que fue de bando a bando, acompañado de una lección de humildad para unos y otros. Para quienes creyeron ganar antes de hora y para quien siempre se imaginó como el único héroe posible en el éxito de su país. Francia perdió cuando todo estaba de su parte y Portugal ganó cuando lo tenía todo perdido. Cristiano parecía más importante que el escudo y sin él se impuso el equipo, más concienciado para pelear juntos para todos y no todos para uno. Ronaldo ganó la final sin jugarla. Tendrá el título en el palmarés y lo levantó con la alegría que merece pero en su ego interno no será lo mismo. Ya tiene la corona que quería pero esta vez es obligado hacer un gesto al que está poco acostumbrado: dar las gracias a quienes viven a su sombra y a los que es fácil imaginar que no siempre trata con generosidad.             

La final estuvo a la altura del guión general de una Eurocopa con pocos partidos que recordar. En Francia marcó más el paso un poderoso Sissoko que Griezmann, mientras Pogba siguió jugando sin pena ni gloria muy lejos del precio (¿de verdad alguien va a pagar más de 100 millones?) que el espabilado Mino Raiola va paseando por Europa.

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Portugal mantuvo el perfil bajo de todo el torneo. Con muy poco ha llegado más lejos que otros que se han quedado en el camino, castigados por un cuadro terrible. Tan milagrosa ha sido su clasificación, de empate en empate (seis y una victoria hasta la final) en un camino tan despejado como el del Madrid en la Champions, como que aguantara el tipo agarrada a las manos de Rui Patricio, tan heróico como Eder,  y a un plus competitivo que mantuvo pese al golpe anímico de ver marcharse a su líder llorando en camilla. Pero se acabó rebelando contra esa condena y se levantó en un ejercicio de amnesia, como si Cristiano no existiera.            

A la que se rompió, la final se acabó para muchos, solo pendientes de que CR7 les diera cuerda para reforzar el discurso de siempre y pasar cuentas con Messi. El argumento de encumbrarle si a la Champions le añadía la Eurocopa les valdrá igual. Eso seguro. Llegará un momento en que de tanto hablar se impondrá el recuerdo de  que Cristiano jugó la final entera.

Pero no hay título ni gol ni penalti que cambie la realidad. El mejor sigue siendo el mejor. Y su nombre es el que, cuando era una niño pidió que se recordara sin saber que nadie jamás lo olvidaría. Messi es siempre Messi, muy por encima de todos por más que en algún momento alguien se le acerque. Nadie lo ha hecho más que Cristiano, un enorme competidor al que le sobran un sinfín de gestos y no precisamente las sentidas lágrimas de anoche, pero incluso él está lejos de Leo.

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Si Messi jugara en el Madrid ni se plantearía la comparación. Así que estaría bien no dejarse llevar por el espectáculo en que muchos han convertido el periodismo, devorados en algunos casos por el personaje, y no pararse ni un minuto a indignarse por según que comentarios. Que cada uno piense lo que quiera si lo piensa realmente. Otra cosa es lo que algunos dicen que piensan porque lo pide el guión, y muchas audiencias pasan por hacer comedia pegando gritos.

Para quienes miramos a Messi con la admiración que merece alguien tan excepcional, con la convicción de que es el mejor hoy y siempre, digan lo que digan en Argentina, ya le pueden dar el Balón de Oro a quien les de la gana. Nada cambiará y menos con tanto voto postizo que hay por el mundo. Y de la misma manera no hace falta identificarse con el lema de #TodossomosMessi, en ese gesto de solidaridad tan forzado y controvertido que ha impulsado el Barça, para lamentar su situación y sentirse cerca de él estando tan lejos en todo. Pero no todos somos Messi. Para bien y para mal. De hecho, nadie lo es. Messi solo hay uno.