Aferrarse a la tradición ante los cambios sociales

Etapas en el desarrollo de la mente

Como el fundamentalismo, el nacionalismo también aspira, por encima de todo, a reformar la sociedad de arriba abajo

ilu-etapas-mente-humana-francina-cortes-29-06-2018

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Eugenio García Gascón

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En La cuestión judía, Marx define las religiones como "etapas en el desarrollo de la mente humana", y justamente la misma definición puede aplicarse a los nacionalismos. Cuando en una sociedad planea el cambio, un cambio radical, en una dirección que apunta a algo que antes nunca existió, es cuando más se deja ver el peso de la tradición, cuando entran en acción la tradición y la usanza para frenar el cambio que se avecina. Las religiones, y también los nacionalismos, recurren a los fantasmas del pasado para conjurar los cambios que se vislumbran en el futuro próximo. Esto podría aplicarse al repunte del fundamentalismo islámico del siglo XX, al fundamentalismo cristiano de EEUU y al repunte del fundamentalismo judío de la misma época -estoy pensando en el movimiento liderado por Gush Emunim y sus imitadores-, pero también a los nacionalismos que nos tocan más de cerca.

Vivimos en una época apasionante donde los cambios se suceden unos a otros sin darnos tiempo para registrarlos, donde asistimos a la marcha cada vez más veloz de un proceso de desdemocratización, en Occidente y fuera de Occidente, que a menudo se ejecuta bajo aparentes maneras democráticas, es decir mediante el uso de las urnas, esos objetos generalmente transparentes que han acabado por justificar cualquier disparate.

La pequeña burguesía árabe

Michael Fischer, que ha estudiado el papel de la pequeña burguesía en el desarrollo del fundamentalismo islámico, ha llegado a la conclusión de que el fundamentalismo responde a la expresión de la clase pequeño burguesa, de la que forman parte los pequeños comerciantes, los funcionarios y los maestros que no aspiran a un estilo de vida occidental, sino a un estilo de vida tradicional árabe.

La inseguridad creada por la desaparición de la religión en amplias zonas de Occidente puede impulsar a muchas personas a aferrarse a los nacionalismos basados en tradiciones y en modelos de cultura compartidos, que crean un racismo cultural que ha sustituido al racismo racial en el siglo XX. De la misma manera que el fundamentalismo, el nacionalismo también aspira, por encima de todo, a reformar la sociedad de arriba abajo, a crear una sociedad nueva que sin duda alguna será mucho mejor que la sociedad a la que pretende sustituir.

Asistimos a un proceso de desdemocratización, en Occidente y fuera de Occidente, que a menudo se ejecuta mediante el uso de las urnas

Esta aspiración, que inicialmente es pequeño burguesa, es preciso extenderla a las clases populares, algo necesario si se pretende embellecer el fundamentalismo y el nacionalismo con los oropeles de una democracia aparente, puesto que para que funcionen tales empaques y envolturas es necesario que la pequeña burguesía cuente con el respaldo del pueblo a través de las urnas. El número de papeletas dará a las ideologías fundamentalistas o nacionalistas un marchamo y un viso democráticos. Es lo que ocurrió por ejemplo con el claro triunfo del fundamentalismo de los Hermanos Musulmanes en las elecciones egipcias de después de la revolución del 2011 que echó a Mubarak.

Es interesante señalar, como se ha observado en el caso del fundamentalismo, que los hijos de la pequeña burguesía forman el depósito principal de los 'descontentos' que tendrán por misión extender su descontento a las clases populares. Philip Khoury dice lo siguiente sobre el fundamentalismo, aunque creo que también es válido para el nacionalismo: "Para las clases que patrocinan el renacimiento, el islam tiene que ser visto como un vehículo de demandas políticas y económicas. Así se convierte al fundamentalismo en el instrumento ideológico más apto para reivindicar esas demandas".

Se sugiere que el fundamentalismo proporciona consuelo a las condiciones de inseguridad y miseria que hay en una sociedad, así como un sentimiento de pertenencia a dicha sociedad, dos parámetros relevantes que o bien son ciertos en la mayoría de los casos o bien se ha hecho creer que son ciertos. Esa percepción inyecta en el individuo la fuerza que necesita para lanzarse a la búsqueda de un cambio que le promete numerosas ventajas con respecto a su situación actual.

Un aspecto central del fundamentalismo es su rechazo de la modernidad, aunque esto es cierto solo parcialmente, ya que el fundamentalismo de los Hermanos Musulmanes no rechaza los avances logrados por la ciencia en Occidente, más bien lo contrario. Sin embargo, sí que rechaza numerosas innovaciones derivadas del progreso no científico, de la misma manera que un nacionalismo puede rechazar los cambios que intuye que se avecinan y que considera perjudiciales para su identidad y su visión global de la vida.