Estrategias del miedo, en plural

La ofensiva judicial contra los promotores del 1-O y las amenazas a sus detractores desvirtúan este referéndum como instrumento de resolución del conflicto

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ENRIC HERNÀNDEZ

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La ofensiva de la fiscalía y las fuerzas de seguridad para cortar de raíz los preparativos del 1-O causa una lógica desazón en la sociedad catalana. Y no solo entre el independentismo, siempre presto a interpretar las acciones del Estado en clave represiva. También entre una ciudadanía que, piense como piense, asiste perpleja a las querellas contra cargos electos, al registro de imprentas y a la requisa de pasquines.

El Código Penal tipifica los delitos que cometen los individuos o las organizaciones criminales, pero aplicarlo a centenares de representantes públicos o a decenas de miles de ciudadanos se antoja un despropósito jurídico. En rigor, el empleo extensivo de la legislación penal solo persigue atemorizar a quienes en Catalunya aspiran a promover, organizar o participar en la votación del 1 de octubre, a fin de que no se asemeje a ese referéndum vinculante que promete el Govern. La operación conjunta de la Guardia Civil y los MossosGuardia CivilMossos desarrollada este martes en Terrassa constituye, en este contexto, el primer gran golpe judicial a la operativa del 1-O. 

Y es que, tras cinco años de pasividad y negacionismo, el Gobierno ya no pretende seducir a los catalanes tentados por la quimera de la República; solo boicotear sin tregua la aflluencia a las urnas, de haberlas. Si Mariano Rajoy toleró y menospreció el 9-N por su nula validez jurídica, ahora no está dispuesto a permitir que el 1-O tenga hechuras remotamente democráticas.

CORRELATO INDEPENDENTISTA

Pero esta táctica tiene su correlato en el bloque independentista. Carles Puigdemont apelando a sus huestes a "mirar a los ojos" a los alcaldes que no colaborarán con el 1-O. Los cachorros de la CUPCUP señalando en carteles a los ediles de Lleida que rechazan ceder locales. Jordi Sánchez (ANC) citando a los líderes políticos opuestos al mal llamado referéndum. Y la admonición a los indecisos: si no votáis decidiremos nosotros solos; luego no os quejéis.

Las estrategias del miedo, en plural, desvirtúan el referéndum como instrumento para encauzar cualquier conflicto. El catalán solo podrá resolverse votando, pero no de cualquier modo. Ni al precio que sea.