Estímulos y populismo

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ALBERT SÁEZ

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Lentamente en esta Europa desnortada se abre paso la idea de que es necesario dar fin a la austeridad. Será difícil que sea así antes de la elecciones alemanas del próximo otoño pero la batalla se está librando tanto en el Ecofin como en el BCE y en otras instancias internacionales. Parece bastante claro que el mejor antídoto contra el populismo es y será siempre el renacer de la clase media. Y ésta no puede volver a ser la que era mientras la prioridad de los Estados, de las empresas y de las familias sea devolver los créditos en lugar de retomarlos. Y para hacerlo dentro de un orden, la prioridad es la recuperación del empleo y de los salarios. La austeridad fue imprescindible para salvar al euro pero sus efectos se repartieron de manera desigual: se subieron impuestos sin acabar con la elusión fiscal, se aseguró la deuda sin asegurar el trabajo y el bienestar y se devaluó los salarios para sobrevivir en una determinada fase de la globalización. Cuanto mayor ha sido la factura y cuanto peor se ha repartido con más fuerza ha surgido el populismo político a la vez que se rompía el pacto social entre capital y trabajo, entre regiones ricas y pobres y entre generaciones. Tras los sustos del brexit, de Trump y de Renzi y con el horizonte europeo en manos de Le Pen,  de Wilders o de Petry, se multiplican las voces en Europa -encabezadas por Moscovici- a favor de que los países que ya tienen equilibrado su déficit empiecen a invertir.

Rajoy y Guindos parecen haber escuchado esta canción de fondo y por ello no es extraño que hayan aceptado con tanto entusiasmo la propuesta del PSOE en modo gestora para aumentar el salario mínimo interprofesional por encima de los 700 euros, no es mucho pero reduce el margen para nuestro populismo y alienta una recuperación del consumo interno que podría permitir la reducción del déficit sin nuevos recortes. Este órdago a Podemos tiene por ahora más base material que el diálogo con Catalunya pero se encuentra con la misma frialdad. La sociedad española no está para muchas propuestas macroeconómicas pero se intuye luz al final del túnel.