El órdago independentista

Este no es el camino

Es necesario hallar un espacio de concordia entre las fuerzas políticas que abra el terreno a la negociación sobre la reorganización territorial de España

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JOSÉ MONTILLA

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No me corresponde, precisamente por mi condición de expresidente, dar lecciones ni consejos a nadie, pero me siento en la obligación de llamar la atención sobre las consecuencias negativas del llamado 'procés' y sobre los riesgos de la convocatoria unilateral e ilegal de un referéndum de secesión. Este martes hemos conocido algunos detalles y su cobertura supuestamente jurídica. El Gobierno de la Generalitat ha dado un paso más en este camino sin retorno que nos lleva a muchos conflictos y a ninguna solución.

Cuando asumí el cargo de presidente de la Generalitat entendí que incluye una doble responsabilidad. Por un lado la de jefe de gobierno que, como todos los gobiernos del mundo, ha de dirigir las políticas públicas vinculadas a un determinado programa, conocido, controlado y evaluado, en primera instancia, por el Parlament. Pero, también, la de presidente de una institución que es algo más que un gobierno. La Generalitat es también un símbolo, la expresión de un deseo de autogobierno y el vínculo con una voluntad histórica. La acción de gobierno depende de las mayorías parlamentarias. La presidencia de la institución obliga a tener presente los sentimientos y las sensibilidades del conjunto de los ciudadanos y las ciudadanas de Catalunya, piensen como piensen.

Creo que la dinámica en la que estamos instalados deteriora muy gravemente nuestro autogobierno. El Govern dedica todas sus energías a las incidencias del 'procés'. Esto le resta, en mi opinión, capacidad para dirigir el conjunto de la Administración catalana y para tomar iniciativas en los ámbitos concretos de la acción de gobierno. ¿Qué proyectos relevantes está impulsando? ¿Qué decisiones estratégicas ha adoptado en los ámbitos sobre los que tiene competencias?

Y la institución de la Generalitat, que debe ser inclusiva por definición, aparece al servicio de una única causa en clara confrontación con una parte muy importante de la sociedad catalana.

CAMBIO DE RUMBO

Necesitamos un cambio de rumbo. Si no lo hacemos pronto, corremos el riesgo de que se cronifique la situación de bloqueo. Ni adelante, ni atrás: un gobierno, el de Catalunya, no quiere negociar otra cosa que no sea el referéndum, bajo amenaza de unilateralidad; otro gobierno, el de España, encuentra en esa actitud la mejor excusa para no adoptar ninguna iniciativa en positivo. Con todos los problemas por resolver y una creciente desafección interna que puede amenazar la unidad civil de nuestro pueblo. Demasiado riesgo que no nos podemos permitir.

En nuestro país hay un consenso muy amplio sobre la necesidad de introducir reformas en la organización territorial de España que faciliten una mejor integración de Catalunya. A partir de este consenso estoy seguro de que podríamos trabajar para encontrar un espacio de concordia entre las fuerzas políticas del país que abra el terreno a la negociación. Tal vez sin encontrar la solución mágica que lo resuelva todo y para siempre, pero encontrando un acuerdo que permita abandonar el camino sin salida al que irresponsablemente ha conducido la intransigencia y la puerta cerrada de unos y el voluntarismo quimérico de otros.