Pequeño observatorio

Este articulo

Mientras escribo este artículo, veo también, en las noticias, imágenes de los que caminan descalzos en medio de la nieve

Varios refugiados caminan bajo la nieve en el campamento de refugiados de Moria en la isla de Lesbos, Grecia.

Varios refugiados caminan bajo la nieve en el campamento de refugiados de Moria en la isla de Lesbos, Grecia. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Este artículo, por ejemplo, está escrito en unas condiciones óptimas. Estoy en casa, tengo encendida la calefacción, me tomo un café expreso, corto, como a mí me gustan los cafés, dispongo de una luz amable y cálida, suena una melodía discreta que no interrumpe la escritura y que, al mismo tiempo, me acompaña sin estridencias. Este artículo, por ejemplo, está escrito mientras, fuera, en la calle, se instala un frío que llaman polar y que derivará pronto en siberiano, aunque yo hubiera dicho, por una simple ecuación geográfica, que en la escala de gradación primero iba el siberiano, y no al revés. Digo, por ejemplo, en este artículo, que veo a la gente corriendo ajetreada, empujada por el viento y por la prisa de volver a estar en casa, a resguardo de la ola gélida, dispuesta a disfrutar de la más sencilla recompensa: el hogar, quizá una sopa caliente, compañía, unas zapatillas de felpa, un edredón nórdico, unos interiores «con atmósfera de pipas, de charlas y hospitalidades», como diría el poeta.

Y mientras escribo este artículo, veo también, en las noticias, imágenes de los que caminan descalzos en medio de la nieve, de los que no contemplan el invierno como una postal sino como una sentencia. El hielo no retrocede con buenas intenciones o con artículos como este sino con acciones urgentes y decididas, mantas y estufas, aunque sean precarias. Y pienso en Prévert. Es terrible este ruido de la nieve cuando se revuelve en la memoria del hombre que tiene frío